El día anterior fue un día duro en el que avanzamos mucho más de lo previsto a costa de echar horas en la carretera. Como expliqué en la entrada anterior de esta serie, tratamos de dormir en el parking de las termas de Höfn pero no nos dejaron y como tampoco las habíamos visitado, decidimos regresar a disfrutarlas (estábamos a solo un kilómetro de allí, en un apartado de la carretera).
Como casi siempre, nos encontramos las instalaciones vacías, para nosotros solos. Estas termas privadas son muy poco visitadas por los extranjeros por lo que fuera de la temporada alta (julio-agosto) probablemente disfrutaréis solos del recinto. Como los islandeses se fían mucho de la gente, el recinto funcionaba igual que el camping de Grettislaug: una hucha dónde se introduce el precio de la entrada a las instalaciones y nadie vigilándola. Por si os lo estáis preguntando, sí, nosotros metimos el dinero. Personalmente no hubiera pagado jamás en un lugar natural privatizado, como los muchos que nos encontramos en Indonesia, por ejemplo, pero un lugar dónde alguien se lo ha currado para instalar unas bañeras, poner unos vestuarios y baños y aprovechar así un manantial de agua caliente, eso ya es otra cosa.
De las termas al glaciar
El hecho de que el día anterior hubiéramos adelantado tanto recorrido hizo que nos relajáramos bastante rato en las termas. En realidad, la previsión para el día de hoy indicaba que deberíamos haber dormido en la famosa laguna Jokulsarlon que se encontraba a menos de 70 km de dónde estábamos. De hecho, desde las mismas termas se podía ver el gran glaciar.
Teníamos que decidir qué hacer con el día extra que habíamos ganado y decidimos usar uno de los extras que teníamos previstos: la búsqueda de las cuevas de hielo. Cuando estuvimos planificando la ruta, unas de las imágenes que más nos impactaron fueron las impresionantes fotografías realizadas dentro de las cuevas de hielo. Sin embargo, dichas cuevas son unas estructuras altamente inestables que aparecen y desaparecen y, por supuesto, los guías locales no las publicitan por lo peligrosas que pueden ser si se visitan en una época de deshielo y se produce una rotura cuando se está dentro. Sin embargo, como los guías sí que llevan a gente a visitarla y la gente que visita Islandia lleva cámaras que guardan la posición GPS en los metadatos de las fotos… pues solo fue necesario rascar un poco por aquí y por allá para situar sobre el mapa algunos puntos calientes (más bien fríos) que indicaran por dónde empezar a buscar.
Así que después de desayunar y bañarnos, tomamos la Ring Road y continuamos bajando al sur. Pasamos por delante de la laguna Jokulsarlon con la promesa de regresar allí a dormir y nos desviamos por el camino de tierra dónde habíamos encontrado más marcas de posibles cuevas de hielo. Avanzamos con la autocaravana hasta dónde pudimos ya que encontramos un cartel del grupo de guías de montaña de Islandia que decía que el camino a continuación se convertía en un camino privado y los caminantes eran bienvenidos, pero los vehículos no. Así que aparcamos a un lado del camino y atravesamos el portón a pie pertrechados con nuestra ropa de abrigo y nuestras cámaras.
Caminando sobre el glaciar
El paseo no fue muy largo, al cabo de un cuarto de hora más o menos llegamos los cinco a los pies del glaciar. Justo antes de llegar vimos que había un par de furgonetas de los guías de montaña y pensamos que lo mejor sería seguir sus huellas. De hecho, había una especie de camino marcado, una senda apenas perceptible debido al barro. Al cabo de pocos minutos dimos caza al grupo que había marcado sobre el suelo las huellas que seguíamos: una decena de japoneses de cierta edad junto a un rubio guía islandés estaban colocándose los crampones a unos 40 metros de distancia ya tocando el hielo del glaciar. Creo que no hizo falta ni comentar entre nosotros que con crampones o sin ellos íbamos a meternos en el glaciar, pero eso sí, pensamos que sería mejor dejarles un tiempo a los japoneses para que se distanciaran antes de iniciar la exploración.
En cuanto el grupo desapareció de nuestra vista nos fuimos adentrando en el glaciar. Al principio con miedo, ninguno de nosotros había andado antes sobre un bloque de hielo, pero pronto empezamos a coger confianza, ya que la superficie del glaciar era rugosa y la goma de las botas se agarrraba muy bien.
Al cabo de diez minutos ya nos encontrábamos en nuestra salsa, siguiendo las indicaciones del GPS en dirección a la marca de la posible cueva de hielo. El avance sobre el glaciar no era nada complicado y salvo cuando el desnivel era muy pronunciado, podíamos andar erguidos sobre él tal cual andaríamos sobre tierra firme (y mucho más fácilmente que sobre nieve, por ejemplo). Lo que sí complicaba el avance era la compleja orografía del glaciar que impedía trazar líneas rectas, teníamos que zigzaguear para evitar tener que bajar y subir o directamente caer dentro de pozos de hielo.
El paisaje en sí era impresionante y aprovechamos para hacer algunas fotos, algunas de las cuales debieron dejar alucinado al grupo de japoneses o al que vino después si es que llegaron a vernos ya que decidimos hacerla en pelotas :-O Eso sí, cueva no encontramos ninguna. En el punto que marcaba el GPS había una gran formación de hielo que probablemente el año en el que se hizo la foto albergó una cueva, pero que ahora era solo un gran agujero. Roman lo exploró a fondo pero no había nada de nada. El segundo punto que teníamos marcado tampoco albergaba una cueva de hielo, era ya una simple morrena llena de barro.
Cuevas de hielo y más cuevas de hielo
Sin embargo, cuando ya nos encontrábamos de vuelta, no se a quién le dio por mirar en un pequeño recoveco que se encontraba entre el hielo y la morrena. Bingo. Allí encontramos una pequeña cueva de hielo, de colores asombrosos, de aspecto altamente inestable y con un suelo alucinante como jamás habíamos pisado. Dicho suelo era como una masa viscosa en la que el pie no se hundía, pero no se asentaba firmemente; una plastilina que nos advertía de la peligrosidad de ese lugar y que nos invitó a hacernos la foto rápidamente y salir de allí. Para que todos los lectores me entiendan diré que era exactamente igual que pisar sobre una bolsa de agua caliente de esas que se metían en la cama cuando eramos pequeños y estábamos enfermos, por lo que intuyo que bajo el suelo había una bolsa agua fría procedente del glaciar y protegida por una capa de tierra viscosa e impermeable que impedía su rotura. ¿Algún geólogo en la sala? Estaría bien que nos explicara que era aquello.
Impresionados nos marchamos de aquél lugar. Al llegar a la autocaravana había empezado a llover. Hablamos sobre el segundo lugar con posibles cuevas de hielo y por unanimidad decidimos que a pesar de la lluvia valdría la pena intentar buscarlas. Este segundo lugar estaba solo a unos kilómetros del primero en dirección Este. También era necesario desviarse de la carretera principal y meterse un par de kilómetros por una pista de tierra. En este caso, el lugar dónde dejamos la autocaravana era una especie de rotonda creada por las rodadas de los vehículos que llegados a ese punto ya no podían continuar por el camino. Con un quad o con un gran todoterreno se hubiera podido continuar, pero el camino empeoraba hasta tal punto que ni tan siquiera nosotros nos atrevimos a intentar avanzar (el camino se estrechaba y además estaba lleno de piedras y barro). Nos pusimos toda la ropa de agua que teníamos y salimos de la autocaravana bajo una continua lluvia siguiendo las instrucciones del GPS.
No tardamos ni 5 minutos en divisar de nuevo el glaciar y en un rato nos plantamos enfrente suyo, cuando encontramos la manera de cruzar entre charcos de barro y una pequeña laguna de aguas oscuras que se había formado. El frente de este glaciar era muy diferente al resto. En los otros glaciares que habíamos visto, el acceso era gradual, el hielo parecía que irrumpiera desde el suelo con una pendiente poco pronunciada. Sin embargo, en este caso, el hielo rompía contra el suelo como si se tratara de una ola o un pequeño acantilado. Imagino que el causante de dicho fenómeno era el río subterráneo que nacía del glaciar y que pronto descubriríamos.
Aquellas eran grandes cuevas de hielo. Había media docena de ellas en una pared frontal del glaciar, aunque casi todas estaban anegadas por las corrientes subterráneas procedentes del deshielo del propio glaciar y eran inaccesibles sin mojarnos completamente. Eso sí, había una por la que corría un flujo de agua bastante potente y que debido a que tenía dos niveles no se había anegado y era posible entrar tras trepar por un par de metros de nieve y hielo. Su interior era espectacular, el de las fotos que tantas veces habíamos visto y cuyo interior pensábamos que sería imposible encontrar sin ayuda de un guía experto y material de montaña. Allí estaba y allí nos metimos, protegiéndonos de la lluvia del exterior y a la vez calándonos con sus insistentes goteras de agua pura. Fue un momento mágico y una sensación impresionante.
El atardecer en Jokulsarlon
Hubo un momento en el que tuvimos que despedirnos de las cuevas. Empezaba a anochecer y a pesar de que la autocaravana no estaba muy lejos, la senda que nos trajo hasta aquí no era precisamente la mejor para andar sin luz. Tras secarnos y ponernos otra ropa condujimos los pocos kilómetros que nos quedaban hasta llegar al lago Jokulsarlon dónde teníamos pensado hacer noche. Aparcamos en un gran aparcamiento que las autoridades crearon allí mismo debido a los muchos visitantes que tiene la laguna y salimos a explorar los alrededores.
La laguna Jokulsarlon se forma por la unión de un brazo de mar con el glaciar. Los icebergs que flotan en ella son trozos de hielo que se desprenden del glaciar y flotan hasta derretirse o llegar al mar. Hay un puente que cruza la laguna o más bien la ría que une el mar con la laguna. Aunque habíamos visto muchas fotos de la laguna Jokulsarlon antes, nos sorprendió la impresionante cantidad de hielo flotante que había y su color blanco azulado, como el de muchas zonas del glaciar. Pero lo que más nos sorprendió fue lo que no esperábamos: primero que había como una corriente de agua que movía algunos bloques de hielo a gran velocidad desde el glaciar al mar que chocaban contra los bloques más grandes y estáticos; segundo que en la laguna había unas cuantas focas a muy pocos metros de la costa.
Pudimos disfrutar de un atardecer en la laguna Jokulsarlon que creo que es uno de los espectáculos imperdibles para quien viaje a Islandia. Ese noche no hubo poza de agua caliente, pero estoy seguro de que todos nos dormimos con un montón de imágenes grabadas en nuestras retinas.
hola chicos!!!!!
Nosotras tenemos pensado viajar en febrero y estamos siguiendo vuestra serie de articulos con mucha atención. ¿Podrías poner como llegar a las cuevas de hielo y el glaciar este? Es que en el articulo no queda claro.
Muchos besotes!!!
Mira aquí: https://apeadero.es/2015/01/como-encontrar-las-cuevas-de-hielo-en-islandia-y-como-caminar-sobre-el-glaciar/
Hola buenas tardes .Primero deciros que apeadero me parece súper interesante fascinante y envidiable la verdad. Somos 6 personas que vamos a viajar a Islandia el próximo mes de febrero y y estaríamos muy interesados en conocer las cuevas de hielo pero como sabéis creo que los precios son desorbitados. Por eso sí me gustaría haceros algunas preguntas. La primera sería sabéis qué cueva de hielo es la que más cerca está de la carretera principal de Islandia? Es totalmente necesario un 4×4 para llegar a ellas? Desde la laguna glaciar se puede llegar andando sin correr demasiados peligros? Muchísimas gracias un saludo.
Hola Mario, creo que lo buscas está todo explicado en este otro artículo: https://apeadero.es/2015/01/como-encontrar-las-cuevas-de-hielo-en-islandia-y-como-caminar-sobre-el-glaciar/