Hace menos de una semana tuve una interesante conversación en Facebook sobre la terminología “viajero-turista” y hoy mismo ha vuelto a surgir el tema dos veces, una en la que alguien lo ha mencionado para menospreciar a lo que llamaba turistas y otra en la que lo he sacado yo al ver plasmada en un párrafo dicha definición sin mencionar siquiera los términos viajero o turista.

Lo primero que debo decir es que yo creo que sí que hay una diferencia entre un turista y un viajero, pero a la vez pienso que la mayoría de las veces no tiene sentido ese pique que existe viajero vs turista. Si Pablo Iglesias dice que ya no tiene sentido el eje izquierda-derecha, eso mismo se podría aplicar al eje viajero-turista. Antaño, en los tiempos de Phileas Fogg (vale, en los tiempos de Julio Verne), el asunto sí tenía un sentido y estaba claro quién era un viajero y quién era un turista: el turista era quién iba a visitar un lugar, mientras que el viajero era una suerte de aventurero y explorador que descubría nuevos mundos aún por documentar. Sin embargo, hoy en día ya no queda (casi) nada por descubrir y los Livingstone, Amundsen o Marco Polo han pasado a ser historia (al menos hasta que la humanidad consiga explorar nuevos planetas).

“Has nacido demasiado tarde para explorar la Tierra y demasiado pronto para explorar las estrellas” Charles Holland Duell

Por otra parte hay gente que viaja sin ser turista. Gente que tiene la necesidad de viajar para huir del hambre, la guerra o simplemente para buscar un mejor futuro para su familia. Esos son viajeros puros, no turistas, lo cual demuestra claramente que sí que hay una diferencia entre turista y viajero. Ahora bien, ¿alguien que sale de su casa sin una necesidad podría llegar a ser considerado un viajero no turista? Si analizamos qué tipo de consumo y de viaje hacen los refugiados, por ejemplo, podemos ver qué diferencias habría entre un turista y un viajero: el refugiado, como viajero, tendrá que alimentarse (restaurantes, supermercados, etc), alojarse (hoteles, campings, etc), desplazarse (trenes, autobuses, aviones, etc), pero lo que jamás hará será pagar por el ocio: jamás visitará un museo, ni acudirá a un concierto, ni accederá a uno de esos lugares que llamamos turísticos si hay que pagar por entrar. Entonces, ¿hay alguien de esos viajeros no necesitados que visite Egipto y no pague por acceder al recinto de las pirámides?

Una vez eliminada esta doble vinculación de una parte entre el viajero-explorador y el viajero-refugiado y de otra parte por el simple turista, ¿qué nos queda a día de hoy? Decía Paul Bowles que un viajero es aquél que no tiene billete de regreso y añadía en su libro The Sheltering Sky:

“Otra importante diferencia entre un turista y un viajero es que el primero acepta su propia civilización sin cuestionarla; no así el viajero, que la pone en valor con las demás y rechaza los aspectos que no le gustan”.

Bowles se refiere a la integración del viajero en la cultura que no le es propia y que nunca suele ser sencilla. Mientras el turista ignora la cultura y las personas del lugar que visita, el viajero trata de meterse dentro de ella, ser uno más, vivir como lo haría una persona “normal” de aquél lugar y su frustración es precisamente el saber que jamás podrá integrarse completamente. Hay una excepción a esta regla que he comentado y que sucede cuando el turista se interesa por el folclore autóctono, que le venderán siempre administrado mediante pequeñas píldoras asépticamente comercializadas y puestas al servicio de la industria turística. Lo cual nos lleva al quid de la cuestión: la industria turística.

“Industria. (Del lat. industrĭa). Conjunto de operaciones materiales ejecutadas para la obtención, transformación o transporte de uno o varios productos naturales”. Real Academia de la Lengua Española.

La industria turística es una devoradora, una picadora de carne, cuyo objetivo es limitar la libertad. No es problema de la segunda parte de la expresión (“turística“), sino de la primera: industria. Desde la revolución industrial, cualquier producto o servicio que sea susceptible de ser comercializado va a generar una industria a su alrededor. Una industria no es más que un proceso de sistematización de operaciones y en su origen implica una eliminación o limitación de la libertad del bien que es transformado (el alojamiento, la comida, el transporte…), de sus legítimos poseedores (las personas que vivían originariamente en el lugar “turistizado”) y del cliente que debe consumirlo (tú y yo, que no podremos ir nunca más a la isla de Komodo, por ejemplo, y visitarla como debería ser visitada).

El turista moderno recibe su nombre del uso y consumo de los bienes turísticos que le ofrece dicha industria. Los diferentes procesos de globalización han provocado la pérdida de la referencia original que tenía el tOur-ismo de “ir a dar una vuelta y volver a casa” que es a lo que se refería Bowles. Ahora (en nuestro primer mundo) muchísima gente “va a dar una vuelta y vuelve a casa”, pocos son los que salen sin más a dar una vuelta sin fecha de regreso, ninguno puede explorar nuevos mundos y todos tienen que pasar por el filtro de la industria turística que todo lo contamina y corrompe.

¿Viajar con mochila o irte un año sin billete de vuelta te salva de ser turista? ¿No puedes ser un viajero si te vas un par de semanas al año a un destino por tu cuenta?
¿Viajar con mochila o irte un año sin billete de vuelta te salva de ser turista? ¿No puedes ser un viajero si te vas un par de semanas al año a un destino por tu cuenta? Acaso, ¿no acabamos todos buscando lo mismo?

Por tanto, bajo mi punto de vista, si se desea usar la dicotomía turista-viajero para referirse a algún grupo humano, esta comparación debería orientarse desde un punto de vista ético y no estrictamente formal. Un turista sería aquél que no tiene una ética de viaje o ni siquiera se ha planteado porqué hay una diferencia entre su cultura y las demás, aquél que no trata de rehuir de las trampas de la industria turística (alojamiento solo para turistas, excursiones para turistas, restaurantes turísticos…) y, sobretodo, un turista es quien no se implica con la sociedad y el medio que visita.

Sin embargo, dicho todo esto, pienso también que es bastante inútil seguir comparando viajeros vs turistas. ¿Y qué más da? Vivimos en tiempos convulsos en los que ni siquiera los grandes pensadores como Unamuno tienen ya razón. Puedes encontrarte por el mundo gente que viaja con maleta en un tour organizado que se implica más con la sociedad que un mochilero o puedes encontrarte con gente que ha dado varias vueltas al mundo y sigue pensando que “los negros son seres inferiores” (sic). Diferenciar hoy en día a turistas y viajeros es una tarea complicada y un debate estéril.

“El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando” Miguel de Unamuno

4 Replies to “Viajero vs Turista: ¿tiene sentido hoy en día esta comparación?”

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