Es increíble, pero la manera más barata de ir desde Phi Phia Bangkok no es ir primero a Krabi o Ao Nang y desde allí comprar el billete para ir a Bangkok. Nada de eso, lo más económico es ir a una agencia de viajes local y comprar un combinado. Dicho viaje combinado consiste en un ferry que te lleva a Krabi (el mismo con el que nosotros vinimos por 300 B por cabeza), una furgoneta que te recogerá en el puerto de Krabi y te llevará a la estación de autobuses y un autobús que viajará durante toda la noche para dejarte en Bangkok. Todo por 650 B por cabeza.
En temporada alta cabe la posibilidad de elegir el autobús con el que ir a Bangkok, pero en temporada baja solo puedes ir con el que va directamente a Khao San y en el que te sentirás tratado como puro ganado. ¿Quién dijo que Ryanair te trata mal? Esto sí que es pasar de tí. Eso sí, puedes elegir dos horarios, uno que te permite comer en Phi Phi sin prisas y otro que te obligará a comer en ruta. En la mayoría de agencias el primero costaba un poco más que el segundo o directamente no vendían ese horario, pero encontramos una agencia dónde el paquete entero salía por 650 B en cualquier horario. Eso sí, te recomiendan reservarlo con uno o dos días de antelación.
El caso es que aprovechamos toda la mañana para bañarnos y hacer snorkeling en la misma playa del puerto, que en su lado derecho (mirando al mar a la derecha) tiene unas rocas dónde viven muchos peces, aunque ni por asomo la cantidad de peces que vimos en nuestra particular aventura. De echo, por allí circula el barco ese con el suelo de cristal, por algo será… Lo único malo que tiene esa zona de la playa es que está llena de monos playeros ladrones que bajan de la montaña y te roban el desayuno. Dos paquetes de galletas y un bote de champú se llevaron. Además el mono más grande me atacó cuando espantaba a otro mono que estaba rebuscando entre nuestras cosas. Afortunadamente lo vi venir y salí por patas. ¡Con lo juguetones y amables que eran los monos de Ao Nang y lo violentos que eran estos!
Después de comer, acudimos al puerto con nuestras mochilas y el papel que nos había dado la mujer de la agencia de viajes. Allí un hombre risueño sentado frente a una improvisada mesa de oficina a cielo abierto nos canjeó nuestro papel por unas pegatinas para que nos reconociera el conductor de la furgoneta que nos llevaría a la estación de autobuses. También nos dio un ticket para este conductor y otro para el autobús.
El viaje en ferry fue de lo más tranquilo, tanto que los dos nos lo pasamos durmiendo. Nos despertó el ruido de la gente levantándose y saliendo del barco. Salimos a la calle y un hombre gritaba “Bangkok”, le preguntamos, nos pidió el papel y nos invitó a subirnos en su furgoneta. Al cabo de un cuarto de hora la furgoneta estaba llena de pasajeros y salíamos hacía la estación de autobuses. No era una estación de autobuses como tal, era más bien una parada en mitad de la nada. De echo el autobús tenía que entrar “de culo” y salir de cara de aquél lugar. Las instalaciones se limitaban aunos baños, un puesto ambulante de bocadillos y bebidas y una mesa dónde varias personas cambiaban papelitos por pegatinas para poder subir al autobús (creo que nadie comprobaba que llevaras la pegatina, así que colarse no hubiera sido nada difícil). Compramos unos bocadillos para el viaje y aquí vino lo malo.
Los asientos del autobús no estaban numerados y todo el mundo sabía que coger un buen asiento o uno malo podía ser la diferencia entre dormir o no dormir. Además todos los pasajeros eran jóvenes mochileros, así que se preveían codazos. Apareció el autobús y se bajaron las personas que venían ahora de Bangkok, ni siquiera limpiaron el interior y dejaron que la gente subiera. Yo había cogido las dos mochilas para dejarlas en el maletero (hubiese sido incomodísimo viajar con la mochila) y Nuria subió al bus la primera. Sin embargo, un chico que estaba allí esperando con nosotros antes, se había saltado las reglas y había subido al autobús cuando todavía no había sido autorizado y había ocupado 3 de los 4 primeros asientos (los más cómodos). Nuria solo pudo coger uno por lo que iríamos en el bus separados. Pero no mucho rato…
A las doce de la noche, después de que el conductor del autobús se hubiera negado a apagar las luces interiores, comprendimos porque no nos dejó dormir: había que cambiar de bus. Nadie nos había avisado y, de echo, solo se lo gritaron a la gente que estaba en la puerta de salida, el resto ni nos enteramos hasta que vimos a gente que bajaba y llevaba mochilas al hombro. Salimos corriendo y encontramos que los maleteros estaban lanzando las mochilas al suelo de muy malas maneras. No entendíamos nada. ¿Qué pasa? En el lugar ese dónde habíamos parado había tan solo un baño y un lugar dónde vendían bebidas. Nadie que hablara suficiente inglés como para explicarnos que pasaba. De pronto se fue nuestro autobús y vino otro. De nuevo codazos para subir y de nuevo un viaje hasta Khao San en el que hasta las tantas de la madrugada no apagaron las luces interiores ante la insistencia de algunos pasajeros. Además hubo una parada al medio que nos despertó a todos. Es increíble el poco miramiento de los que llevan esta empresa. Fue un viaje muy barato, pero realmente jodido, pues apenas pudimos dormir y solo cuando el sueño nos pudo. Y eso que conseguimos en los dos autobuses los mejores sitios… no quiero ni imaginar a quienes sufrieran una fila 9 junto al maloliente retrete. ¿Repetiría? Sinceramente, no lo sé, el precio supera con creces la incomodidad, pero si hubiese habido un autobús “goverment”, no lo hubiera dudado y hubiese pagado algo más por dormir bastante mejor. También es cierto, que si hubiera tenido tiempo jamás hubiese hecho un Krabi-Bangkok, sino que hubiera ido al norte poco a poco parando en playas de esas en las que estás casi en soledad.
Gastos 25A
Desayuno: 40 B
Comida: 240 B
Cena: 145 B