A finales de 2016 solía escribir al menos un artículo semanal en este blog. Estaba preparando con ilusión la vuelta al mundo en tren y tenía muchísimo que contar y muchísimas ganas de hacerlo. Inicié esa vuelta al mundo en diciembre de ese año y a partir de ahí, en 3 años, solo he publicado 4 o 5 artículos, ¿por qué?
Sucedieron dos cosas importantes y hasta cierto punto contradictorias que me llevaron a ello: la falta de tiempo durante la vuelta al mundo y tener tiempo para replantearme el sentido que tenía la vorágine en la que estaba yo respecto a Apeadero y el mundo de los blogs de viajes.
Me faltó tiempo y entonces tuve tiempo de pensar
Sí, sé que suena bastante extraño, «falta de tiempo» y «tener tiempo», pero un gran viaje es una reorganización brutal del tiempo disponible. Dejas de tener tiempo para unas cosas y tienes mucho tiempo para otras. Tienes mucho tiempo para pensar durante los largos desplazamientos en tren o autobús, pero debes tener una gran disciplina para sentarte al final de un día agotador a trabajar en el blog.
Empecemos por la «falta de tiempo», aunque creo que hay poco que decir aquí: simplemente mi día tenía 24 horas y no me cabía una o dos horas a la semana para sentarme a escribir en Apeadero. Ciertamente, cuando inicié el viaje pensé que haría el esfuerzo de todas las semanas sentarme y dedicarle una tarde a Apeadero, pero con la cantidad de cosas que me pasaban cada día llegué al punto de decidir dejarlo (después de varias semanas de incumplimientos y remordimientos). Sí que escribí notas sobre el viaje, pero eran notas rápidas, muchas veces mal escritas en un tren o sentado en un restaurante mientras comía. Nada de eso era publicable y mi idea era publicarlo al regresar.
¿Pero por qué no lo publiqué al regresar del viaje? Esa es la segunda razón, el «tener tiempo» para pensar y reflexionar sobre la blogosfera actual. Esas reflexiones fueron las que me llevaron a no reiniciar la actividad al regresar de la vuelta al mundo en febrero de 2018. Y esas reflexiones son las que desgranaré a lo largo de este artículo.
La calidad no importa
En 2015 y 2016 hubo un cambio importante en Apeadero. Hasta esa época me había centrado siempre en ofrecer artículos de la máxima calidad y originalidad, artículos únicos que no se podían encontrar en ningún otro lugar de Internet y que me llevaban días en escribir (adquisición de información, investigación, escritura de artículos de 5000 palabras, maquetado, revisión). Veía, sin embargo, que la gente escribía artículos de 800 palabras, copiados o «inspirados en» y que fácilmente llegaban al top de Google, eran leídos y compartidos por miles de personas y, lo peor, en muchas ocasiones encerraban grandes falsedades que la gente se creía.
De esa época recuerdo un doloroso recuerdo. En 2010 escribí un artículo pionero en todo Internet: cómo organizar un safari por libre en Kenia y Uganda. Por supuesto, nosotros no fuimos los primeros que nos montamos un safari por libre en Kenia o Uganda, ¡ni mucho menos! pero sí que fuimos los primeros que hablamos de ello en Internet. No había nada similar ni en español ni en inglés. Prueba de ello es el número de comentarios que recibió el artículo: más de 800 comentarios en el blog y cientos de mensajes privados vía Facebook y otras redes sociales (algunos incluso de no hispanohablantes que encontraban de alguna misteriosa manera el artículo y usaban Google Translate para entenderlo).
Bien, pues llegó un día de 2015 en el que hice una búsqueda en Google y me di cuenta de que los 4 o 5 artículos que aparecían delante del artículo de Apeadero en Google eran todos versiones del mío creadas simplemente para posicionarse en el buscador por delante. Especialmente sangrante era el primero de todos, un artículo del suplemento de viajes del diario ABC (que no enlazaré para no dar notoriedad, pero podéis buscarlo) en el que una pseudo-periodista había fusilado mi artículo, lo había reescrito y lo había plantado en la plataforma de ABC lo cual le daba automáticamente una primera posición en el buscador. Me indignó tanto que le escribí por Twitter, tuve una conversación con ella y me reconoció que ella jamás había ido a Kenya y que lo que escribió «se lo había contado un amigo viajero que sí que estuvo». Por supuesto, le pedí que me pusiera en contacto con ese amigo, pero el amigo no quiso, ¿conocéis algún viajero que no quiera hablar de viajes con otro viajero?
Me indignó mucho, porque entre otras cosas, Apeadero tiene una licencia Creative Commons que permite que se copien los artículos con simplemente citar al original. Pero una pseudo-periodista, ¿qué sabe de citar las fuentes?
NOTA: Para que no haya dudas, ahora hay muchos artículos de calidad de gente que ha visitado Kenya y ha montado su viaje por libre, pero me estoy refiriendo al momento aquél de hace 6 años.
Y este es solo un ejemplo, tengo un montón de artículos en los que han copiado de todo, pero desgraciadamente no existe ningún organismo que vele contra la copia de contenido en Internet y de hecho, el único juez que existe es Google, un gigante al que la justicia le importa bien poco.
Resumiendo, que me di cuenta de que es mentira eso que se decía de que la calidad era la clave para crecer en Internet. A Google le importa una mierda la calidad y la originalidad, lo que busca son los elementos que sus algoritmos (secretos) puntúan. Así que en 2015 decidí jugar al juego y los resultados fueron muy positivos:
Con artículos de menor calidad y dedicando el tiempo que antes dedicaba a hacer artículos más documentados y más interesantes a mejorar el SEO (optimización artificial para que a Google le guste tu blog), conseguí que al algoritmo le gustara más Apeadero y lo enseñara más.
Contradictorio, lo sé.
Lo hacía, pero había algo que no me gustaba de aquello, ya que yo había empezado Apeadero en 2006 como una bitacora personal de viajes y ahora estaba en plan competición. Algo chirriaba.
Los divos de la blogosfera
Por otra parte, el haber iniciado una carrera para hacer que Apeadero pasara de unas modestas cifras de visitantes a otras (también modestas, pero un poco más decentes) me había llevado a relacionarme con muchos bloguers de manera virtual o real.
La mayoría de los bloguers son gente normal, con los pies sobre la tierra que tratan de ayudar a sus compañeros y no buscan nada más que compartir su pasión. Sin embargo, hay una «élite» bloguer (que además, muchas veces ni siquiera se corresponde con su repercusión real) que van de divos o divas y que apestan por allá por dónde pasan. Algunos de estos elementos incluso se les ha pillado falseando sus cifras para darse bombo. Otros realmente tienen muchos seguidores y se les ha subido el ego a la cabeza. Pero la mayoría son simplemente gente estúpida y mediocre que da igual que estén en el mundo de los blogs de viajes o que se dediquen a la cría del cangrejo siberiano, igualmente van a creerse tocados por los dioses.
Debo decir también que este tipo de comportamientos se dan especialmente en gente que lleva poco tiempo escribiendo en un blog o haciendo vídeos en YouTube. No se dan cuenta de la alta volatilidad que tiene este mundillo. Cuando Apeadero empezó hace casi 20 años había un montón de blogs que ya ni siquiera existen, otros que pararon para siempre y precisamente los peores elementos de aquella época fueron los primeros en desaparecer (sí, había divos entonces, aunque eran los menos).
Y lo peor no son los divos, lo peor es la corte que llevan detrás. Eso sí que da pena: otros bloguers (o seguidores) que se creen que tal o cual tipo es dios.
Eso chirriaba también.
La reflexión
El tiempo que tuve durante la vuelta al mundo para reflexionar sobre todos estos asuntos me llevó a querer apartarme, a repudiar todo esto y, por último, a dejar Apeadero como la última de mis prioridades.
Sin embargo, hay algo que me atrae y me atrapa de escribir en un blog de viajes y eso propiciaba que se mantuviera cierta tensión que impidió que eliminara Apeadero de Internet de un plumazo.
Para mi viajar es la mayor de mis pasiones, me encanta hablar de viajes, pensar en viajes, leer sobre viajes, organizar viajes y, por supuesto, viajar. Por eso me encanta cuando puedo ayudar a alguien en cualquier aspecto relacionado con un viaje. Sentir que alguien ha podido acceder gratis a Bagan con mis consejos (aunque luego me lo hayan copiado un par de tipos sin mencionar al autor original), ver cómo alguien ha organizado una escapada a las islas de San Blas en modo low cost o leer las decenas de personas que han ido de Safari aconsejados por Apeadero me llena muchísimo. Es más, algunas de estas personas incluso las he conocido personalmente gracias a Apeadero y eso, eso sí que vale la pena.
Esa gente que copió descaradamente contenido (muchas veces desnaturalizándolo), por una parte hacía que el conocimiento se expandiera (eso es bueno), pero por otra trataba de sacar un provecho económico de ese conocimiento, por ejemplo vendiendo seguros de viaje o, ya el colmo, un blog que detecté que había copiado en un libro que vendía parte de la historia de nuestro viaje a Senegal.
Así que en 2017 durante la vuelta al mundo en tren y al volver en 2018 me encontraba con esa nueva contradicción: me gustaba escribir sobre viajes y llegar a la gente, pero me repugnaba parte del mundo bloguer lleno de copiones, divos y postureo.
Blog personal / blog profesional
La solución y la razón por la que estoy escribiendo esto como inicio de una nueva etapa de Apeadero, la encontré en la disyuntiva entre blog personal y blog profesional. Parece ser que esos eran los dos únicos modelos que nos ofrecía Internet y ninguno de los dos me gustaba. Cuando Apeadero nació, era más bien un blog personal lo leía muy poca gente, pero eran unos pocos cientos de personas muy implicadas. Luego, cuando «profesionalicé» Apeadero en 2017 lo empezó a leer mucha gente con menor vinculación y empezaron a aparecer los copiones. Y pongo lo de «profesionalizar» entre comillas porque realmente el trabajo realizado no fue mucho.
Tenía que resolver la tensión entre la parte «me gusta escribir», «me gusta ayudar» y «me gusta escribir de viajes» frente a la parte «me repugnan ciertas prácticas» y «no quiero formar parte del circo de bloguers». Así que tras muchos meses de pensarme si volver o no a escribir decidí que necesitaba volver con otra manera de comunicar. Por una parte, eso ha llevado a crear Tiempo de Viajes junto a Núria, el podcast de Apeadero, que es una nueva voz, con otro formato. Y vendrán más sorpresas en esa línea. Y por otra parte, he decidido que en esta nueva andadura de Apeadero, el blog se encamine hacía una nueva forma de expresión que no caiga ni en el blog personal ni en el blog profesional, sino el blog como herramienta para ayudar al viajero contra la desinformación y falsedades que llenan Internet.
Sirva este artículo como declaración de principios y, también un poco como disculpa y explicación a todos aquellos que durante todo este tiempo nos habéis estado escribiendo para preguntarnos qué pasaba.
Absolutament d’acord