Queda exactamente una semana para iniciar la Vuelta al Mundo en Tren (la #VaMT2017) y no se me ha ocurrido nada mejor que reunir a unos cuantos amigos para que me expliquen qué podría salir mal con un plan tan perfecto como este 😉 Porque sí, ya sabía yo que algo podría salir mal viajando en tren… ¡No os perdáis las estupendas anécdotas viajeras que nos traen!
Dani de Nos Vamos de Rutica en tren por Perú
En nuestra travesía entre Hidroeléctrica y Aguascalientes para llegar a Machu Picchu debíamos seguir a pie la vía del tren que llega desde Cuzco. Se trata de un “paseo” de unas tres horas por un estrecho valle encajonado entre escarpadas paredes y por el que casi nunca pierdes de vista, allá en lo alto, la ciudad sagrada de los incas. Allá que íbamos por las vías contentos y acompañados por decenas de otros mochileros que seguían la misma ruta ajenos al “peligro” que se cernía sobre nosotros.
Un túnel apareció ante nosotros cual boca de lobo y, creyendo que sería divertido, ahí que nos metimos todos. Nuestro paso inseguro sobre los tablones en aquella oscuridad se tornó torpe y nervioso al escuchar a nuestra espalda la potente bocina de un tren aproximándose. ¡Mierda! ¡Aún quedaba un buen trecho de túnel! El segundo bocinazo sonó justo en nuestra nuca y cuando me giré instintivamente para reconocer el peligro ¡¡vi la enorme locomotora con sus cegadoras luces!!
¡Madre mía qué acojone! ¡El chute de adrenalina fue instantáneo! Y bueno, ¡qué os voy a contar! Aquello fue no pensar y ¡¡pies para que os quierooo!! Allí no hubo ni novia, ni amigos, ni na, tan solo el instinto de salir del túnel y ponerse a salvo.
Cuando salí de allí y me puse a un lado me percaté de que fui el primero en salir… y entonces reparé en Paula. ¡Mierda otra vez! Asomé la cabeza al interior sin poder ver muy bien. No más se oían gritos y se veían botellas y otros enseres volando. ¡Aquello fue un dramón!
¡¿Dónde estará esta mujer?! pensé, y al momento la vi aparecer en plan peli de acción en el último suspiro levantando las rodillas como nunca para no tropezar con los tablones. Si hubiera habido nieve hubiera provocado una avalancha con sus gritos jajaja, pero felizmente llegó a zona segura segundos antes de que saliera el tren.
Capones y collejas aparte por haber sido tan “caballero”, recuerdo que me dio un buen abrazo y me dijo con cara de pánico: “Por el túnel otra vez, ¡ni de coña! “ Así que ya sabéis, ¡¡evitad los túneles!!
Ines de Mis Viajes por Ahí en tren por Crimea
Estaba de vacaciones en Ucrania y habíamos llegado hasta Sebastopol, en la península de Crimea. Una excursión típica que hacer en esta ciudad es la visita al pueblo tártaro de Backchisaray. En esta zona tienes la dificultad añadida de que casi nadie habla inglés ni ningún idioma no eslavo así que cuesta un poco más moverse. Aún así llegar fue fácil, encontramos un tren por 0’50€. Pero la vuelta… eso fue una odisea.
Fuimos en un minibús hasta la estación de tren de Backchsiray y ahí nos señalaron un tren que venía de Moscú y terminaba en Sebastopol. Al principio no nos dejara entrar en el vagón, hasta que alguien le dijo algo en ruso a la revisora. Se le puso una sonrisa de oreja a oreja mientras decía “¡Oh, turistof!” y se frotaba las manos.
Veinte minutos después, el tren arrancó y la revisora vino con una chica que le traducía. Nos exigió 12 veces el precio real del viaje: la muy cabrita había esperado que arrancara el tren para atracarnos y así evitar que pudiéramos elegir. Vale, sí, como os conté al comienzo, el ticket costaba 0,50€, así que sólo nos pedía 6€. En estos casos se convierte en una cuestión de dignidad. Tampoco es que quisiéramos pagar el precio real, nos bastaba con negociar un poco. Pero la revisora no quiso así que nos echó del tren en medio de la nada.
Había un minúsculo apeadero, uno de esos sitios en los que ucranianos y moldavos se apean y que parecen no llevar a ninguna parte, pues sólo se ve campo a su alrededor. Sólo encontré a dos chicas a las que les pregunté cuándo iba a venir el siguiente tren pero no me entendieron. Opté por llamar a la manager de mi hostal para contarle mi situación en inglés y que ella le explicara lo que necesitaba en ucraniano a través de mi teléfono. Pero no funcionó. Tan sólo entendí que ya no había más trenes.
Campo a través entre girasoles llegamos a una carretera en donde paramos como si fuera un taxi al primer bus que pasaba. A la pregunta “¿Sebastopol?” los viajeros nos contestaron “da”. Así que nos subimos.
El bus alcanzó su última parada y pensábamos que habíamos llegado a Sebastopol… pero no era así.
Una señora nos invitó con gestos a seguirla. Nos metió en un barco que al fin nos acercó a nuestro destino pasando en medio de toda la flota rusa del mar Negro. Lo último que nos esperábamos es que fuéramos a llegar por el mar
Una vez en el hostal, los manager nos esperaban con vodka para celebrar que estábamos bien. Manda narices que el único problema que he tenido con alguien en Ucrania, haya sido con una rusa -me decían-.
Pruden de Los apuntes del viajero en tren por Rumania
En verano de 2015 hicimos un Interrail desde Barcelona a Bucarest. Después de viajar en algunos de los mejores trenes de Europa, dejamos atrás el s.XXI para retroceder unos 40 años en el tiempo. ¡Bienvenidos a Rumania! Nada más cruzar la frontera empezamos a coleccionar anécdotas, incluyendo un cambio de vagón (el nuestro) en plena madrugada. Pero el incidente que más recordamos lo protagonizó un señor que, en pleno trayecto, entró en nuestro camarote y soltó un pequeño discurso en rumano. No entendimos nada, pero una mujer que iba frente a nosotros no paró de negar con la cabeza y tuvieron un amago de discusión. El tipo estuvo mirando sospechosamente por encima del marco de la puerta y luego se fue. Sin embargo, no habían pasado ni cinco minutos cuando volvió y, esta vez sin mediar palabra, tiró de la palanca de emergencia. Resulta que, sí, esas palanquitas sirven para lo que uno espera: frenar el tren. El señor agarró su equipaje y, más ancho que un ocho, se perdió entre las pocas casas que había por la zona. Ni un taxi le hubiera dejado tan cerca de su puerta. Supongo que luego estuvo mirando el tren desde su ventana durante una hora y cuarto, que fue lo que tardamos en emprender la marcha.
Erik de Tierras Insólitas en tren por Myanmar
Cada vez que viajo por el mundo me gusta probar la red ferroviaria de cada país. Desde mi primera incursión con el Transmogoliano me he subido a trenes en Rumanía, India, Vietnam, Mongolia, Rusia, etc… Pero si hay un lugar que destaca por haber vivido una experiencia completamente diferente y anecdótica fue sin duda Myanmar.
Durante mi paso por ésta increíble tierra tan solo me subí a un trayecto en tren. La ruta elegida fue Yangon-Mawlanyine. Al montarnos observamos como los locales del lugar ataban con cuerdas el equipaje a las parrillas de encima de sus cabezas. Pensamos para nosotros que lo hacían por seguridad ente robos pero al poco de comenzar a andar por las vías entendimos las verdadera razón…
El tren saltaba, literalmente, por encima de las vías. Lo que al principio se convirtió en risas entre nosotros al cabo de unas horas ya era miedo por poder descarrilar. Estos botes se prolongaron a lo largo de las nueve horas que duró el trayecto. Nueve horas también acompañadas de infinidad de mosquitos he insectos que entraban por las ventanas imposibles de cerrar.
Aun y todo hoy es el día que a la pregunta de ¿Volverías a montar? Mi contestación sería “Por supuesto”. Una experiencia así hay que vivirla para poder contarla, jejeje.
Flor de Viaje y Descubra en tren por Croacia
La odisea comenzó en Liubliana (Eslovenia). Nuestro destino final era Split (Croacia), pero unir los dos destinos fue casi una misión imposible. Conseguimos un bus que nos llevaría hasta Zagreb y nos dejaba un margen de una hora y media para ir hasta la estación de tren y allí embarcarnos en un tren durante 7 horas hasta Split.
Todo parecía cuadrar perfectamente, pero que el bus se atrase dos horas no estaba en los planes. No teníamos mucho dinero en moneda local (grave error) pero nos encomendamos a la “magia de los viajes” y tan pronto llegó el bus subimos corriendo. Sin saber cómo, el bus llegó a Zagreb “casi” a tiempo: nos dio 15 minutos para llegar a la estación. Las 10 cuadras que nos separaban fueron eternas. El reloj metía presión: “corran! corran!”. Llegué con la lengua fuera, casi sin poder respirar. Menos hablar. Menos pensar en inglés. Menos con una sonrisa.
Luego de varios malentendidos con el señor Croata de la boletaría (no quería hablarnos en inglés, ni que le escribiéramos lo que necesitábamos) tuvimos el ticket en nuestras manos, a dos minutos de comenzar a embarcar. A tiempo. La señora que cuidaba el baño del andén tenía aún más mala onda que el empleado anterior. Nos terminó gritando cosas que nunca entendimos porque no nos alcazaban las monedas locales para dejarle en su platito y evidentemente era muy poco y se ofendió.
Subimos al tren como festejando un mundial de futbol. El guarda subió con aún peor cara. Nos pidió los pasaportes y nos empezó a hablar en croata, muy serio. Nos paramos como pensando que estábamos mal ubicadas, que nos teníamos que ir. Ya no sabíamos que pensar. Hasta que el tipo se empezó a descuartizar de risa por nuestra reacción y nos hizo seña de “duerman, está todo bien”, nos apagó la luz y cerró la puerta de la que sería nuestra habitación esa noche.
Juanra de Imanes de Viaje en tren por Rusia
Bueno, nosotros hemos tenido anécdotas de todo tipo con medios de transporte pero, ¿qué viajero no las ha tenido? Después de perder aviones por todo tipo de inclemencias meteorológicas o casi coincidir con el atentado del Aeropuerto de Bruselas (cogíamos el avión al día después por la mañana), casi nos echan de un tren a media noche ¡y en Rusia!
Como parte de nuestro viaje por Rusia, una de nuestras mayores ilusiones era coger el tren flecha roja y dormir en el trayecto de San Petersburgo a Moscú. El caso es que cogimos la cabina por Internet y nosotros tan tranquilos. Tranquilos hasta que, a las 23.55 y ya dentro del tren, un revisor nos dice que solo hay una persona apuntada: Juanra. Esto… ¿Y Regi? Ya me estaba despidiendo de ella (lo hacía para contar la experiencia en el blog por supuesto 😀 ) hasta que el revisor, después de comunicarnos con él tras miles de gestos raros de súplica, nos dejó seguir el viaje. ¡Ufff, al palo!
Patri de La Cosmopolilla en el tren Transiberiano
¿Quién no ha soñado con subirse a bordo ese tren legendario que atraviesa toda Rusia, desde Moscú hasta Vladivostok, en el lejano mar de Japón? El verano pasado fue la aventura elegida, aunque en su vertiente sureña: la que vira hasta Pekín pasando por Mongolia. El comienzo ya fue complicado: para coger el primer tramo, Moscú – Kazán, no lográbamos dar con el andén. Y es que nos habíamos equivocado de estación: en Moscú hay tres juntas. Menos mal que un señor muy majo nos ayudó y logramos llegar a tiempo. Ese primer trayecto nocturno fue una odisea: casi no logré dormirme. Los vagones de segunda clase son de cuatro personas y nos tocaron dos peterburgueses muy cachondos que iban a un concierto de Metállica. Se ventilaron una botella de licor y se empeñaron en hablar de Putin… Una noche para recordar. Los siguientes tramos fueron mucho más tranquilos… Aunque estuve a punto de quedarme en el lago Baikal ya que el revisor no me quería dejar subir: había una errata en mi billete y faltaba un número al pasaporte. Menos mal que se apiadó de mí… Y después de 17 días y miles de kilómetros logramos llegar a China.
Florencio de fmanega por el mundo en tren por Benín
Viajar en tren no es la manera más habitual de hacerlo por África Occidental, pero no por ello deja de ser una experiencia de mucho interés. En el estado de Benín existe una línea de ferrocarril desde la época colonial francesa, que más adelante se fue extendiendo hasta alcanzar un total de unos quinientos kilómetros en la actualidad. En ellos recorre longitudinalmente casi todo el país, exceptuando la zona norte, algo más despoblada que el resto. Hace unos años, tuve ocasión de hacer un recorrido en este tren, que parece extraído del pasado, entre las localidades de Parakou y Savé, situada esta última en la zona este del estado, lindando con Nigeria, y la primera algo más al norte. El trayecto duró unas horas y no diría haber experimentado una situación anecdótica en especial sino que el viaje en sí fue una anécdota en conjunto. Durante todo el recorrido el tren fue parando en diversas poblaciones, donde vendedores de diversa índole se acercaban a ofrecernos sus productos siempre de manera afable. Pero a quienes recuerdo de una manera especial es a los niños, que cada vez que nos aproximábamos a una población corrían durante unos metros paralelos al convoy para dedicarnos sus mejores sonrisas, ésas que tan solo es posible ver en África.
Un placer, Iván.
Muchas gracias por contar conmigo para este anecdotario y que todo te salga bien en tu vuelta al mundo en tren. Iré siguiendo tus andanzas.
El placer ha sido mío!
Un abrazo
Ha quedado muy bien el artículo y hay historias increíbles. A disfrutar de tu aventura, la seguiré
Gracias a vosotros por participar
Muchas gracias por contar con nosotros. ¡Muy buen artículo y buenas historias! Me ha hecho gracia lo de los “saltitos” en el tren de Tierras Insólitas.
Ah, ¡Mucha suerte en la nueva aventura!
Le contaba precisamente a Erik de Tierras Insolitas que este pasado verano habíamos hecho el mismo trayecto y nos pasó exactamente lo mismo. Es un tramo de tren increíble, una experiencia única.
Muchas gracias por participar!