Nos habían hablado muy bien de Baracoa y teníamos muchas ganas de llegar. Nos habían contado que Baracoa era la «Costa Rica» de Cuba y, la verdad, el camino desde Moa hasta Baracoa hacía presagiar que algo así nos esperaba. Nos quedamos en Baracoa 4 días, aunque habíamos planificado 5 porque Nuria no se encontraba bien y prefería estar cerca de un hospital grande. Esos 4 días los dedicamos a visitar todolo que había en Baracoa gratis o muy barato por nuestra cuenta.
Lista rápida de qué ver o hacer gratis o casi en Baracoa:
- Playa de la Miel
- Playa de Duaba
- Playa de Maguana
- Playa Blanca por la tarde o antes de amanecer (durante las horas centrales del día se paga)
- Comer o cenar en el Restaurante 1511
- Disfrutar de la noche en Baracoa
- Atardecer desde el mirador
- Masaje en la playa a muy buen precio
- Tomarse algo en La Casa del Chocolate
- Beberse un guarapo (en muchos sitios de la calle, el mejor de Cuba y a precios muy bajos)
Día 20: Playa de Duaba
No madrugamos y además desayunamos tranquilamente, por lo que decidimos ir a alguna playa cercana: elegimos la playa de Duaba. Tomamos un bus local que va al aeropuerto y nos deja cerca. Luego andamos un poco, pero una carreta que pasó nos dijo que subiéramos. Le dimos algunos pesos como agradecimiento, aunque ellos no nos lo pidieron.
Nos bañamos en un lugar precioso, entre el mar y el río. Allí había unas personas acampadas, entre ellas una española casada con un cubano que vive aquí. Charlamos un rato con ellos, sobre todo Nuria, porque yo estaba disfrutando de la corriente tan curiosa que se forma entre el río y el mar. Había también un grupo de cubanos pescando un poco más allá, desde la orilla; y también un par de cubanos más se metieron dentro del mar con un neumático inflado a modo de barca y salieron al cabo del rato con un montón de peces.
Regresamos al aeropuerto para tomar el bus y charlamos con unos albañiles mientras esperamos. Fue curioso que la conversación se desarrollara durante su jornada laboral mientras se quejaban de que «los jefes» estaban siempre encima de ellos y no les dejaban ni respirar. Eran muy críticos con el sistema y sus esperanzas eran cambiar al capitalismo algún día. El trabajo de albañil en Cuba, al contrario de lo que sucedió en España durante muchos años, es el peor pagado: cobran casi una cuarta parte que un médico. Era curioso escucharles y pensar en la misma situación en España: una cuadrilla de 5 albañiles que a mitad de estar llevando ladrillos y enluciendo una pared, ve a un par de guiris a 50 metros y se va con ellos a charlar ante la mirada del jefe.
Comimos unas pizzas y nos fuimos a casa a hacer una siesta. Nos levantamos a la hora de cenar y probamos por primera vez la Ropa Vieja en el restaurante 1511. En otras partes de Cuba no habíamos podido probar este plato típicamente Cubano, pero en este restaurante estatal, aunque no comimos gratis, fue a un precio muy bajo (un euro por plato). Luego paseamos un rato antes de regresar a casa, ya que las calles de Baracoa están muy animadas por la noche en verano (otra cosa que hacer gratis en Baracoa).
Día 21: Playa de Maguana
Fuimos a Maguana en una guagua estatal, que nos dejó a la entrada de la playa. Eso sí, fuimos de pie porque no había asientos y estaba a reventar. Aún así, un viaje genial y casi gratis.
La playa de Maguana es realmente bonita, aunque pequeña, pero lo bueno es que apenas había gente. Hay varios restaurantes que sirven marisco recién pescado. Cuando la gente de los restaurantes te ven llegar, bajan a saludarte y ofrecerte la carta para que elijas qué quieres comer. Evidentemente, no es obligatorio comer en ningún restaurante y si les dices que te has traído tu propia comida te dejan tranquilo. Lo hacen porque las langostas las pescan justo antes de cocinarlas y cuentan las raciones que hay que servir. Si te pasas allí la mañana, verás que un buzo sale a pescar exactamente las que haya que cocinar ese día. Cosas de la economía planificada.
Regresamos de Maguana en la cafetera y nos sablaron, porque nos cobraron el trayecto completo como si viniéramos de Moa. La cafetera es el nombre que los cubanos dan al camión que cubre el trayecto Moa-Baracoa por los continuos vaivenes debido a lo escarpado del terreno. Tuvimos la oportunidad de ver a una pareja que viajaba por primera vez en camión con su bici. De hecho, subieron al camión al ver que nosotros lo hacíamos. Se les había hecho tarde y regresar desde Maguana a Baracoa en bici es un esfuerzo bárbaro por las muchas subidas y bajadas. Vieron la luz al ver el camión, pero una vez dentro, acostumbrados a viajar en Viazul y con tanto movimiento, creo que tuvieron momentos en los que se arrepintieron.
Fuimos a merendar a La Casa Del Chocolate un helado de fresa. Muy recomendable y también una actividad de esas casi gratis. Allí conocimos a un chico de Guantanamo aficionado a la mecánica con el que nos encontraríamos en otras ocasiones. Luego fuimos a ducharnos y salimos a cenar pescado al 1511 y a vivir un poco la noche.
Día 22: playa blanca
Amanecimos con mucha calma y después de comprar algo de comida empezamos a andar por la playa de la Miel hacía la Playa Blanca. La playa de la miel no está mal, aunque claro, con el alto estándar cubano se queda un poco corta. Es muy fotogénico el lago que tiene justo detrás al amanecer.
Hay que pagar para acceder a esa playa por la mañana, así como para ir al mirador de la cueva del agua, pero por la tarde todo es más relajado y no se paga. Por eso te recomiendo ir gratis a Playa Blanca por la tarde si solo te interesa verla y darte un baño. Si te vas a pasar todo el día como nosotros, puedes ir a cualquier hora, pero compra solo la entrada para esta playa, no compres para el mirado ni las ruinas porque por la tarde podrás visitarlo todo gratis.
En sí, Playa Blanca está bien, pero no es excesivamente espectacular. Me recordó a Playa Coral, pero sin tantos peces y sin nada de coral. Se va llenando de bañistas y vendedores conforme avanza el día. También hay una chica que te ofrece masajes en la playa a un precio excelente (nada que envidiar al masaje Tailandés, el masaje cubano fue un puntazo).
Por la tarde, como ya he comentado, se puede aprovechar que no está el cobrador y subir al mirador. Ojo, subir es bastante duro y para la bajada no hay luz, llévate una linterna. Si llegas demasiado tarde, te puedes llevar una sorpresa: el mirador está en una propiedad privada. Nosotros no lo sabíamos y estuvimos pensando qué hacer, si bajar o buscar alguna manera de ver la vista de la bahía desde algún otro punto. Sin embargo, uno de los familiares nos vio allí y vino a decirnos que pasáramos, que no pasaba nada por no haber pagado la entrada. No solo nos enseño muy amablemente el mirador, sino que además estuvimos hablando con el y su familia, nos contó cómo se vivía allí, los animales que tenían, los árboles, etc. Estuvimos hablando de una manera tan tranquila y relajada que se hizo de noche y tuvimos que bajar casi a oscuras.
Nos explicó que están construyendo una caseta en su terreno para alquilarla y que la tendrían lista para el año próximo (2016). Si vas por allí, tenlo en cuenta porque sería un verdadero privilegio despertarse con esas vistas.
La bajada fue un tanto complicada por la falta de luz, pero lo mitigamos con los móviles. Como llegamos tan tarde a casa, todos los restaurantes estatales estaban cerrados y tuvimos que cenar unas pizzas en la calle.
Día 23: ¿Tengo dengue?
Aunque pensábamos quedarnos una noche más en Baracoa, Nuria había pasado una mala noche con fiebre y vómitos por lo que decidimos salir ya para Santiago de Cuba ya que allí hay mejores hospitales (Baracoa en el fondo es una localidad rural bastante aislada y aún así tiene unos excelentes niveles sanitarios, pero no tanto como una capital). Nuria sospechaba de la posibilidad de tener dengue, pero os adelanto ya que no era eso, fue una simple indigestión, algo mucho más común y mundano.
Salir de Baracoa un domingo de agosto fue una odisea. Tras una gran incertidumbre, a las 10:30 llegó un camión que atravesó la Farola y nos llevó a Guantanamo. Allí no tuvimos más remedio que tomar una máquina hacia Santiago.
Desde las 7 de la mañana que nos habíamos levantado, no llegamos a la casa de Santiago hasta las 6 de la tarde. Durante el camino tuvimos muchísimas conversaciones interesantes y momentos que se quedaron en el recuerdo. A pesar de que el día no tuvo ningún plato fuerte, en Cuba ningún día es un día perdido. Eso sí, una vez en Santiago, tras una ducha, nos fuimos a cenar, al cine y a la heladería antes de acostarnos.
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