Estoy reflexionando sobre lo que el viaje me enseña y me ofrece. Lo hago tras el último viaje al sudeste asiático en el que tuvimos la oportunidad de visitar Tailandia y Birmania.
Me pasó una cosa que hizo que me diera cuenta de que soy esclava de mis cosas… y no me gusta.
Por alguna extraña razón que no logró aún entender, en vez de pertenecerme a mi, yo les pertenezco a ellas.
Lloré como una imbécil cuando perdí mi móvil. Mi móvil que es un cacharro de 8 o 9 años que debe costar un día de mi trabajo. Lo pienso y me avergüenzo. Me debería importar exactamente eso: un día o un par de días de trabajo perdidos. Y sin embargo entre en crisis al perderlo, como si hubiera muerto alguien.
¿Un miserable móvil me hace sentir una gran perdida? ¿Quién soy? ¿Quién dicta qué importa y que es secundario? ¿En qué momento mis cosas pueden decidir mis sentimientos? No tengo respuestas pero tengo la firme convicción que he de cambiar, que solo hay una cosa en este juego que llamamos vida: tiempo.
4 horas después, mi móvil seguía donde lo dejé. Deshice mis pasos y regresé al templo donde había dormido la siesta y allí un niño me dijo «your mobile» mientras yo lloraba como si hubiera muerto alguien. Su mirada al dármelo es la que inició esta reflexión. Su mirada decía: ¿tan importante es esta cosa para ti? Y me abrazó, sin más, me abrazó sabiendo que necesitaba ser reconfortada. Un niño de 6 años me enseñó que sabe más de la vida y de sus valores que yo.
A partir de este incidente y mis posteriores reflexiones, desarrollé este falso decálogo enumerando las cosas que el sudeste asiático me ha dado:
1- Uno elige qué quiere llevar y qué abandona. Lo que cargas, te pesa. Lo que nos lleva al punto 2…
2- Todo lo que necesitas lo acabas consiguiendo. Y si no lo consigues, aún así sobrevives; así que no era realmente necesario.
3- Nuestra existencia es efímera. Perdurará lo que dejes.
4- Da gracias. Yo que tengo en un ranking de 0 a 100 una espiritualidad inferior a 7, me doy cuenta que si paso mis últimos 30 segundos antes de dormir pensando en qué recordaré del día en el momento de mi muerte y doy gracias por ello, en cierta forma me obligo a hacer cosas a lo largo del siguiente día que merezcan ser recordadas.
En cierta forma envidio a los creyentes, sería realmente cómodo pensar que creen que hay un Dios (o múltiples dioses) que le da sentido a todo. Ojalá pudiera creer.
5- Todo tiene una cara B. Es la forma asiática de nuestro «no hay mal que por bien no venga». Igual en un momento dado te frustra muchísimo que un plan no se haya cumplido, pero gracias a un plan fallido aparece un plan inesperado.
Eso me lleva al siguiente.
6- Déjate sorprender!!! Keep calm and enjoy 😉 Porque al final, no hay otro objetivo en esta vida que disfrutar.
7- Atrévete con lo nuevo. Supongo que todo el mundo aprende el punto 7 de mi reflexión cuando tiene 4 años, pero a mi me ha costado 40. Sobretodo en sabores. Yo, por desgracia para mi, como por alimentarme. No disfruto las comidas como los demás, como como un coche que necesita gasolina, se que he de comer o me canso. Pero he logrado pasar del agua con limón y le estoy cogiendo el punto a eso de comer por sabores 🙂
8- Si miras el mundo con una sonrisa, el mundo te sonríe. Esto quiero experimentarlo en casa, en mi país. Igual luego en la Facultad me miran como si fuera pava porque voy saludando y sonriendo. O igual me responden con una sonrisa, ¡ojalá!
9- Hay más insectos que personas. Aunque esto es cierto de forma literal, también metafóricamente. Acércate a quien haga de ti una mejor persona y aléjate del resto.
10- No hay tiempo que desperdiciar. It’s now or never.
Quería hacer un decálogo y lo he hecho sin pensar… pero ser ocurren más lecciones aprendidas en este viaje (y otros) al sudeste asiático:
Lección extra 1- El mejor vestido es un cilindro de tela (ver).
Lección extra 2- ¡Todo mejor con flores!
Lección extra 3- Lo que es raro para ti, es lo normal para el otro. Y Viceversa.
El proceso de enculturación es irreversible. Por más que intentes huir, te persigue. Nos marcaron la huella cultural desde el momento del nacimiento. Quizás veas muy extraño que alguien coma grillos. Habrá hasta quien lo critique. Tu visión cambia cuando descubres que en el mismo puesto del mercado de «cosas extrañas», junto con los grillos y escorpiones, ¡¡¡venden gambas!!!
Y la lección más importante de todas: para viajar lo mejor el tren.
Ahora escribo esto a punto de iniciar el periplo que me retornará a casa. Salí un 4 de julio, pesaba 6 kilos menos. Me encontraba exhausta física y mentalmente, necesitaba resetear pero ni de lejos imaginé que sería tan fácil.
Sé qué lo echaré de menos, pese a los pequeños inconvenientes: las duchas con agua fría, tener que tirar cubos de agua en el WC, hacer colada a mano, las interminables negociaciones y regateos hasta para lo más mínimo… Echaré de menos los gallos que me despiertan, los musalli que me desvelan a media noche con su rezo a las 5 de la mañana, los desayunos con ensalada de frutas, los cientos de zumos naturales, probar cosas nueva cada día, el olor a incienso perenne pero sobretodo de las ofrendas de la mañana, el dolor de mejillas de mantener una sonrisa perpetúa, el sorprenderme a mi misma descubriendo que no son otros los que me sonríen sino que me devuelven la sonrisa que yo he empezado, las motos y el caos de tráfico, familias enteras en una moto… Echaré de menos no mirar el reloj, comer cuando tenemos hambre y dormir cuando se hace de noche, echaré de menos perseguir a peces, la Neolengua macarrónica que nos inventamos y que pretende ser inglés y es super graciosa, las 470 explicaciones que he de dar a diario: no quiero un masaje, no quiero una bemo, no necesito un taxi…
Echaré de menos el sudeste asiático y lo recordaré con cariño sin duda, ‘viajes que trajeron a otros vistiendo nuestra ropa‘.
¡¡¡La vida es la luna de miel!!! Lo demás es simple supervivencia.
fffffffffjajajaja, qué grande el niño, jajajaja!! Cuando se vive de otra manera, se reacciona de otra manera, y a veces esos choques hacen pensar a uno. Muy bien, para eso se viaja. Para contrastarse y aprender, para disfrutar, llorar, y reírte de lo llorado, y para cambiar. ¿No? Misión más que cumplida. A por más!!
Exacto, el contraste es lo que te hace avanzar al darte cuenta de que quizás a lo que estás acostumbrado no es lo mejor, simplemente es lo que sueles hacer.
Buena reflexión,
¡A cuántas cosas les damos la importancia que realmente no merecen! Como ejemplo, el caso de tu móvil, pero son taaaaaantas las cosas que nos preocupan en nuestro día a día y realmente no tienen esa importancia que les damos. Por eso nos viene genial salir de viaje una temporadita… para establecer una escala real de los valores que en la vida real se desvirtúan. Luego, cuando volvemos a la rutina, echamos de menos esos pensamientos vividos durante los viajes… y cuando te quieres dar cuenta, estás de nuevo haciendo la maleta. Enhorabuena por el blog. Un abrazo viajera…
¡Cuanta razón tienes! Pienso exactamente igual y eso es lo que este artículo quería expresar.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo
Que poco nos paramos en la vida a hacer este tipo de reflexiones y que poco agradecemos lo que tenemos.
Un placer leer en un blog de viajes un artículo así, que también invita a viajar, a intentarlo, a descubrir otro mundo de emociones, en definitiva, a vivir.
Un abrazo viajero! Cuando llore porque se me rompa el móvil, recordaré vuestro artículo y se me pasará enseguida XD
Eva
Gracias por tus palabras Eva,
Un abrazo.