La razón por la que pasamos tantas noches en Madurai no tiene nada que ver con los atractivos de la ciudad, ni con lo agradable de la misma, sino con el problema para conseguir billetes de tren en la India. El trayecto Madurai-Varkala lo teníamos comprado para el día 6 de agosto con casi un mes de antelación y no conseguimos cambiarlo para viajar unos días antes sin entrar en una lista de espera (creedme si os digo que rebuscar en la lista de espera del tren nos causaba más ansiedad que mirar en las listas de la selectividad). Aunque en principio para Madurai habíamos planificado estar solo un par de noches (¡y era más que suficiente!), al eliminar Pondichery de nuestra planificacion el “tiempo ganado” había terminado en Madurai.
Madurai lo que tiene realmente interesante e importante es el templo. Se trata de un templo de unas dimensiones bastante importantes y cuya característica más relevante (al menos para los no versados en arte hindú ni practicantes de esta religión) es que dentro del propio templo hay un elefante que participa en festejos y celebraciones cuando las hay y que cuando no las hay es usado para recoger las monedas que los visitantes dejan en el templo (coge las monedas con la trompa y luego te da un golpecito en la cabeza con ella). Es un poco triste que un animal como este esté ahí dentro, pero no deja de ser impresionante. También tienen un buey que vimos pasear junto al elefante en una especie de procesión dónde llevaban a hombros unas imágenes.
Pero lo más interesante del templo y lo que más nos gustó de la ciudad en sí es la peatonalización de ciertas calles alrededor. ¡Qué tranquilidad! Sin bocinas, ni vehículos a punto de atropellarte, la ciudad parece diferente. En ese oasis de calma hay varias tiendas y hoteles. En un par de esas tiendas te permiten subir a las terrazas desde dónde se contempla una impresionante vista aérea del templo. Es una forma de promocionar así sus tiendas, pero no hace falta que compres nada, por supuesto.
Cerca del templo hay un par de visitas interesantes. Por una parte, en la esquina entre la puerta norte y la este está el mercado de verduras y flores, algo cutre si has visitado Tailandia y sus mercados, la verdad. Por otra parte, cerca de la puerta este hay un mercado enclavado en un viejo templo en el que ya no hay culto. El mercado es como cualquier otro, pero el templo lo hace especial.
Por último, la calle que sale perpendicular a la puerta oeste y que lleva a la estación de trenes está llena de hoteles baratos y lugares dónde comer, así como de tiendas y otros negocios. Una de las últimas calles que sale a mano izquierda antes de llegar a la calle de la estación es en la que nosotros estábamos alojados y hay un montón de bares dónde por la noche te ofrecen entrar a tomarte una cerveza (es la típica calle dónde «salir» de noche).
En la calle paralela a esta (la que va desde la esquina sur-oeste del templo hacía la estación), justo en la última manzana, antes de llegar a una iglesia, está el mejor restaurante que encontramos en la ciudad: el Jayaram. Es una de esas pastelería que tienen un restaurante anexo. En este caso el restaurante es con aire acondicionado, sirve comida india e internacional, tiene unos estupendos batidos y zumos y es razonablemente rápido (salvo cuando está lleno por motivos obvios).
Gastos 3/8:
Comida: 350 R
Hotel: 450 R
Pañuelo: 100 R
Jarabe: 50 R
Varios: 100 R
Cena: 200 R
Gastos 4/8:
Coca-colas: 2×12 R
Comida: 310 R
Cyber: 2×30 R
Hotel: 450 R
Cena: 200 R
Gastos 5/8:
Desayuno: 40 R
Batido: 60 R
Comida: 300 R
Hotel: 450 R
Cena: 200 R
Gastos 6/8:
Comida: 230 R
Cena: 200 R
Varios: 50 R
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