No hace mucho tiempo que Machupicchu fue elegida como una de las maravillas del mundo moderno. Un premio criticado y tildado de comercial por muchas personas y entidades (la UNESCO, por ejemplo). En Perú, parece ser que dicho premio ha catalizado un proceso que estuvo sobre la mesa durante mucho tiempo: la privatización de Machupicchu.
Si alguno habéis visitado esta ciudadela, habréis comprobado lo complicado que es llegar hasta ella. Perdón, complicado no es, es caro simplemente. Os resumo como es el acceso para llegar hasta allí. La forma fácil es un tren en manos privadas que recorre el tramo que va de Cuzco a Aguas Calientes, ciudad que se encuentra a los pies de la montaña dónde los incas construyeron su ciudadela. Aparte del tren, la otra forma “oficial” de llegar hasta Aguas Calientes es realizando el famoso “camino del Inca”, una ruta de trekking de varios días de duración que llega directamente a la ciudadela. Y por último, hay una forma “extra-oficial” de llegar al pueblo que consiste en realizar una ruta por pueblos y aldeas en varios medios de transporte locales muy baratos, pero lentos. Esta última forma de llegar no les gusta nada a las autoridades por lo que ponen muy complicado acceder a la información e incluso ponen problemas para la construcción de infrastructuras (o escusas como la UNESCO). Insistiéndole a la chica de la “tourist info” quizá logres que te diga que existe esta ruta para llegar a tu destino, pero te la desaconsejará y te mencionará que puedes ir hasta Ollantaytambo y tomar allí el tren por la mitad de dinero.
Ni que decir tiene que los trenes para llegar hasta Aguas Calientes y las excursiones por el “camino del inca” son muy caros, con precios europeos. Igual que la entrada a la ciudadela. Aunque la pieza fundamental sobre la que gira todo es el tren. Incluso si haces el camino del inca, para regresar hasta Cuzco tienes que utilizar el tren.
¿Sabéis que hacían muchos mochileros que no querían pagar por recorrer el camino del inca ni tomar el tren y no tenían 4 días para perderlos yendo y viniendo por la ruta “extra-oficial”? Pues se iban hasta Ollantaytambo y empezaban a andar junto a las vías del tren hasta Aguas Calientes, corriendo cuando llegan a los 2 controles que hay sobre las vías para vigilar que nadie se cuele por ese “camino” (¿o vigilaban que el tren no se salga de su recorrido?). Un riesgo que alguna gente está dispuesta a correr para no pagar las desorbitadas cantidades que se piden por unos servicios que no los valen. Es también una forma de desobediencia civil.
Ahora, parece que quieren ir más allá, dejando en manos privadas no sólo el tren, sino también el monumento. Pero parece que esta vez el pueblo peruano, verdadero propietario de esta maravilla, se lo va a poner difícil. Se han producido la mayor manifestación que se recuerda en Cuzco en los últimos 20 años, la gente ha salido a la calle para evitar que se privatice lo que es de todos. Es decir, han salido para evitar que el beneficio de algo que construyeron sus antepasados vaya a parar a la saca de una compañía privada.
Todo lo contrario opinan otras entidades, como el Instituto de Libre Empresa de Perú, quienes apoyan la privatización con argumentos tan pueriles como estos: “Disney Wold estaría acabando la construcción de una réplica exacta en computadora a escala basándose en fotos tomadas en diferentes ángulos. Con la finalización de esta construcción, Machupicchu dejaría de ser la única ciudadela inca, para entrar en competencia con su réplica”. Es de risa, pero las consecuencias podrían ser muy graves.
Desde el punto de vista de un viajero, el “sector turístico” en todo el mundo, controlado por mafias, empresas privadas y gobiernos sin escrúpulos, está convirtiéndose en un circo de dimensiones colosales. ¿Cómo puede ser que para visitar un patrimonio de la humanidad como es Machupicchu tenga que pagar más del salario medio de un peruano? ¿Por qué los propios peruanos no pueden visitarlo? Y no sólo sucede con el Machupicchu, que también sucede con las pirámides de Giza y con el Perito Moreno (aunque aquí todavía algunos argentinos pueden llegar a entrar). En cuanto una empresa de turismo “occidental” mete las manos, se jodió el invento: se llena de turistas aborregados, se encarece todo y se impide que los propietarios legítimos del monumento puedan acceder. Entonces, ¿porqué nos extrañamos tanto de las declaraciones de Ricardo Alarcón sobre el turismo Cubano si es algo universal en todos los países pobres? ¿O es que acaso a los ciudadanos de los países ricos no nos gusta escuchar lo que hemos conseguido?