Cada día, cada hora en Cuba es una historia. Historias que vives o que te cuentan, historias con final feliz o trágico, pero historias y anécdotas que te enriquecen en lo más profundo de tu ser. Anécdotas a veces graciosas, historias de vida, resistencia y supervivencia. Las que aquí traigo hoy son solo cinco de esas anécdotas que ilustran lo que es Cuba.
Ni hacer una fila
Tras el largo viaje de ida, decidimos descansar unos días en La Habana antes de iniciar nuestro periplo por el país. Uno de esos días, tras haber visitado la Habana Vieja, nos disponíamos a tomar un autobús de regreso a casa frente al Capitolio. Era mediodía, hacía calor, mucho calor, y llegamos corriendo persiguiendo a un P-5 que perdimos. Sin aliento, preguntamos a la única persona que se atrevía a permanecer en la parada: «¿Para aquí el P-5?». «Así es, lo acaban de perder por un minuto». Resignados y pacientes, seguimos esperando unos 10 minutos más allí, bajo el sol abrasador. Ni una sola alma se atrevió a acompañarnos. Cuando finalmente llegó el P-5, lo paramos y de pronto una muchedumbre se abalanzó sobre la puerta de entrada y nos costó bastante entrar teniendo que empujar ya que parecía que no cabríamos todos en ese autobús. Cuando finalmente conseguimos entrar se escuchó a una señora en la calle que gritó «Se dicen el primer mundo y ni hacer una fila saben«.
Sí, aquél grito iba dirigido a nosotros. Los cubanos cuando tienen que esperar son los ciudadanos más organizados del mundo, ellos mismos guardan los turnos y te dan la vez, forman colas que no tienen la forma de una cola, pero dónde cada uno sabe en qué orden va respecto a su predecesor. Nosotros no habíamos visto al montón de gente que esperaba a la sombra, ¿cómo se nos ocurrió que un cubano fuera a esperar al sol pudiendo esperar a la sombra?
Las mujeres de la revolución
Nuestro viaje de regreso desde Santiago a La Habana lo hicimos en un camión nocturno. Una de las pasajeras era una mujer soldado que volvía a La Habana para reincorporarse a una brigada de trabajo (las autoridades movilizan a algunas brigadas de soldados para realizar determinados trabajos no estrictamente militares). La mujer iba hablando con su compañera de al lado, pero a un volumen de voz que tenía a todo el camión en vilo. Contaba anécdotas que hacían reír a carcajadas a todos los presentes.
Una de las anécdotas que contó se refería a su periodo de instrucción (la «mili»), cuando un día le ordenaron vigilar una de las entradas de la base militar en la que estaba destinada. Poco después de anochecer, escuchó a un grupo de personas que se acercaban. Encendió la linterna, pero no consiguió ver nada debido a la intensa lluvia y al poco alcance de aquel instrumento. Sin saber quién se acercaba y tal y como le habían enseñado, grito pidiendo que se identificaran los intrusos. Nadie respondió y las voces se acercaban cada vez más. «¿Quién anda ahí? ¡Identifíquese!», gritó una vez más. Tras la tercera vez y tal como había sido instruida, abrió fuego con la metralleta. «¡No dispare! ¡No dispare! ¡Aquí el general!». Habría que ver la cara que se le quedó al acercarse y ver en el suelo a media docena de altos mandos, con sus trajes de gala y sus paraguas, todos cuerpo a tierra, en el barro, bajo la lluvia. La soldado no sabía que esa noche había una cena de gala para conmemorar una efeméride. No hubo ninguna represalia, al contrario, al día siguiente su general la felicitó delante de todos sus compañeros explicando que cumplió con su deber, con lo que le habían mandado y recalcando la frase «estas son las mujeres de la revolución«.
El anarquista
En la lanchita de La Habana conocimos a un joven de 18 años con una imagen personal muy peculiar: llevaba piercings, tatuajes, extensiones en las orejas… Charlamos con él y otras personas de la lancha un rato y nos despedimos pensando que no le volveríamos a ver. Sin embargo, una noche estando en Matanzas el chico nos reconoció y vino a saludarnos. Nos contó que él en realidad es de Matanzas, pero va 3 o 4 veces a La Habana a «buscarse la vida». Nos contó que él se considera anarquista y que está en contra del régimen y por eso decidió en su momento no trabajar ni estudiar. Nos confesó que acababa de salir de la cárcel dónde se había pasado dos años en por uso y distribución de drogas, aunque ahora estaba limpio y había decidido no volver a tomar ningún tipo de sustancia.
Juntos, fuimos a un concierto de black metal dónde tocaban varias bandas locales y dónde conocimos a muchos otros jóvenes con rastas, pelo largo, piercings, tatuajes, etc. Allí en Cuba, los punk y los metaleros conviven en perfecta armonía y organizan conciertos unidos a pesar de las diferencias políticas que pueda haber entre anarquistas y comunistas o con algunos emos apolíticos que también conocimos aquella noche.
A veces pienso que Nuria y yo parecemos los reporteros del programa de Callejeros Viajeros.
Mecánicos de sueños
Las viejas locomotoras de vapor que todavía se usan en algunos trayectos históricos en Cuba, como en el valle de los ingenios, son reparadas y puestas a punto en un pequeño rincón junto al Parque Fraternidad, muy cerca del Capitolio. Allí hay un verdadero museo de los sueños, un taller de reparación de locomotoras a vapor que no existe ya en otro lugar del mundo.
Allí conocimos a un par de viejos mecánicos de estas locomotoras, ya retirados, que casi nos obligaron a pasar dentro para disfrutar de esas maravillas cuando las mirábamos desde la puerta entre abierta. Estuvimos charlando con ellos varias horas allí plantados. A parte de contarnos miles de historias de Cuba, de los ferrocarriles y de la política de su país, alucinaban con lo que nosotros le contábamos del exterior. Cuando les contábamos que aquí había familias sin casa o cuanto costaba la electricidad o que las madres solo tenían 4 meses de permiso de maternidad, se sorprendían y gritaban el uno al otro «Pepe, ¿tu viste? Mira lo que cuenta. Dile, dile» incitándome a que volviera a contarle. «Pero es que tu no ves, la vida hay que lucharla mucho en todos los lugares». Nos encantó charlar con ellos y escuchar de viva voz lo que era la Cuba de Batista, lo que es la Cuba de la Revolución, cómo se vivió el periodo especial y cuales son sus esperanzas de futuro.
El tiburón
El penúltimo día que pasamos en Santiago de Cuba lo dedicamos a visitar la playa Siboney. Nos acercamos allí en bus y comimos nada más llegar. Habíamos dormido mucho aquél día y se nos había hecho tarde, por lo que a esas horas ya no quedaba ni una sombrilla libre. La playa estaba llena de cubanos que se bañaban tranquilamente mientras nosotros tratábamos de colgar un pareo entre dos ramas de un árbol para conseguir algo de sombra.
Después de hacer una buena siesta y charlar con los vecinos, me decido a meterme al agua con mis gafas de snorkel y mi tubo. Lo primero era buscar un lugar por dónde entrar, ya que toda la orilla de la playa estaba llena de algas flotando y la entrada era rocosa. Finalmente, buceando por debajo de algunos grandes bancos de algas, conseguí entrar a la zona dónde ya no se hacía pie y se podía bucear bien. No sé cuanto tiempo estuve explorando la zona, viendo pececillos y corales. Cuando fui a salir me di cuenta de que apenas quedaba gente más allá de las algas, todo el mundo se había ido a la orilla o a sus toallas. No le di mayor importancia y volví yo también a la nuestra. Fue entonces cuando me enteré: algunas personas habían divisado un tiburón merodeando por la zona y habían dado la voz de alarma, pero yo, inconsciente de mi, con las orejas metidas bajo el agua, no me había enterado de nada.
Mis anécdotas:
-Transportar un coco por media isla, tras regatear el precio al verdulero q nunca rebaja
-Estar en una ciudad en alerta de cólera y dengue y enterarme 3 días después. Junto con ver como fumigan las calles.
-Enseñar a «trabajar sin conexión» para contestar mails a los cientos de personas q se acercan a los puntos wifi
-Mis mensajes subliminales y no tanto a enfermo mental q había abandonado la medicación en la plaza más bonita de Santiago. Nu EpS (Educación para la Salud).
– Sra q nos paga la entrada al Pabellón Cuba, a veces mi role «no tengo dinero» me hace sentir culpable después.
– Todo se consigue con paciencia: Aún no sé como podía estar tan convencida q saldría de Baracoa si no habían autobuses, sólo se q lo sabía. Conseguí amigos de Guantánamo q me invitaron a su casa incluso.
– Cada vez (y fueron muchas) q nos preguntaban: Vienen a Cuba a vivir como Cubano? Jiji, querían q comprara un setplaces para nosotros 2
-Cuando mi diarrea con fiebre era tratada por Consuelo con agua limón wink emoticon Me quedé con las ganas de ver como su amigo me cura a con un masaje en las piernas.
-Los arsenales de medicamentos q tenían las mujercitas en las casas, ver como una mujercilla sabía más de curar diarreas q yo hace plantearme mis conocimientos sobre enfermedades infecciosas. Me dice sin despeinarse: toma metronidazol unsure emoticon
-el rayo q cayó a nuestro lado
Etc etc
Sin olvidar el día que nos quemamos los pies andando por el asfalto ardiendo en playa Ancon 🙂
Hola Ivan y Nuria. Es el blog más encantador que he encontrado. Me encantaron sus anécdotas, los datos simples, concreto, sencillos y sobretodo el corazón en Cuba. Abrabesos, Cuba nos espera