Aunque nos habíamos planteado hacer un día light descubriendo Cracovia, la verdad es que terminamos recorriendo toda la ciudad y llegando molidos al hostel.
El día empezó con un desayuno a base de tostadas (mantequilla o mermelada) y cereales en el hostel (había leche, pero no vimos ni café ni cola-cao o similares). Salimos un poco tarde, pero empezamos a patearnos la ciudad, empezando por el Rynek (el ayuntamiento y una de las mayores plazas de Europa) y continuando por el Castillo (Wawel), aunque sin entrar en ninguna de las partes de pago. A medio día ya estábamos bajando hacía el barrio judío y recorriendo sus calles sin demasiado atino (es complicado saber qué es lo que hay que ver). Casi a las 3 de las tarde cruzábamos a la otra parte del río Vístula y callejeábamos por la Cracovia austriaca (ya que según nos contaron en principio fue un ciudad espejo que crearon los austriacos durante el periodo de dominación del país).
Terminamos comiendo bastante tarde y un tanto cansados en un lugar muy, muy auténtico cerca de la catedral (para llegar, cuando estás frente a la plaza de la catedral, al otro lado de la carretera y ves al fondo la catedral, sigue la calle a la derecha hasta que dejas de ver la catedral y encuentras un cruce dónde los coches a tu derecha tienen una pequeña subida, cruza la calle y encaminate a la derecha unos 50 metros hasta encontrar unas escaleras que bajan: allí está el restaurante). En este restaurante comimos comida local, a muy buen precio (42 PLN) y en un entorno estupendo: una mezcla entre hotelito y restaurante que parecía detenido en el tiempo desde la II guerra mundial. La persona que nos atendió apenas decía 4 palabras en inglés y, por suerte, la carta estaba en inglés también. Totalmente recomendable si estás por la zona a la hora de comer.
Con el estómago lleno proseguimos nuestro camino, pero ya de vuelta, parando, eso sí, en una de las múltiples heladerías que tiene Cracovía (2×2’5 PLN, o sea, cada bola de helado te sale por 2’5 PLN). Como nota curiosa, paseando por el barrio judío encontramos una pequeña heladería dónde la gente hacía cola para llevarse un helado. No nos paramos, pero pensándolo ahora me hubiera gusta hacerlo.
Por cierto, el clima nos traicionó, aunque quizás para bien. Cuando consultamos las previsiones los días antes marcaban mínimas de -2ºC y máximas de 5ºC y lluvias ocasionales, lo cual para alguien que vive en Alicante es “crudo invierno”. Llegamos a Polonia con esa previsión y, si bien el primer día sí que hacía bastante frío, el día de Auschwitz y el día de hoy tuvimos un sol tan radiante que íbamos en manga corta.
Estábamos muy cansados, así que pensamos que mejor nos quedábamos a cenar en “casa”. Pasamos por un Carrefour Ekspress y compramos macarrones, atún, salsa y una cebolla, para prepararnos una cena casera (18 PLN, nos dio para 2 cenas). A las 18:30 estábamos ya en el hostel reventados, tirado en la cama uno y duchándose la otra. Aún así, allá a las 20:00 salimos un rato al Rynek para ver el ambiente (mucho más tranquilo ya) y volvimos pronto a preparar la cena y ver ganar al Barça en pantalla gigante y alta resolución. En esa velada conocimos a Roberto.
Lo más curioso del día: el tercer piso dónde despertamos (disculpad, no tiene flash mi móvil):
“breezel” (rollo de pan típico) → 1’5 PLN
Comida → 42 PLN
Helados → 2×2’5 PLN
Supermercado → 18 PLN
Doy fe de todo ello 😉
Hombre Roberto! Tu por aquí… 🙂