Uno de los momentos más espectaculares de todo safari es el acto de la caza. Tener la oportunidad de ver a un depredador encuentra y caza su comida es algo único que no siempre se puede contemplar (ni aún teniendo muchos días de safari). Afortunadamente, la espectacularidad del momento no se limita solo a cuando el cazador atrapa a su pieza, también se pueden ver escenas muy interesantes cuando el cazador se prepara o unos minutos o horas después, cuando la presa todavía viva se encuentra en los dominios del cazador.
Los grandes felinos, que son los animales más espectaculares a la hora de cazar, suelen salir a buscar comida a primeras horas de la mañana o a las últimas de la tarde, que es cuando menos calor hace. Esto choca con los horarios de los parques, especialmente por la tarde, ya que al tener que estar fuera a las 6, en más de una ocasión tuvimos que irnos en mitad de una escena de pre-caza (por ejemplo, cuando un grupo de 5 leonas se estaban emboscando entre las altas hierbas de una planicie a la espera de que alguna cebra despistada de la manada que se encontraba a unos 150 metros se acercara: dejamos a las leonas a punto de cazar y tuvimos que superar el límite de velocidad para poder llegar a tiempo a la puerta).
No solo cazan los felinos. También son muy interesantes, aunque más lentas, las escenas de caza de los cocodrilos, por ejemplo. En uno de los pequeños vadeos que hay en Masai Mara, un día vimos que había un cadáver a la orilla del río. Era ya pasto de los carroñeros, pero indicaba una cosa: había cocodrilos cerca. Al día siguiente pasamos y vimos que había muchos coches cerca. ¿Que sucedía? Pues al parecer, dos cebras despistadas había bajado al río a beber. Resulta que un cocodrilo había atrapado a una por la pata que luchaba contra su fatal destino. Nos acercamos y pudimos captar alguna imagen como la que ilustra este artículo, obra de Nuria que se subió al techo del 4×4 para poder captarla (el río formaba una pequeña depresión y no se veía bien). Aparte de la escena de caza, algo realmente sorprendente fue la fidelidad de la otra cebra que en todo momento estuvo “hablando” con la otra cebra y no se despegó ni un momento de la orilla del río. Al final la cebra se zafó y la historia terminó bien (para las cebras).
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