Quién ponga como excusa la falta de dinero para no emprender un viaje debería conocer la historia de Jorge Sánchez Garcia (Hospitalet, 1954) que se ha prestado hoy a una de nuestras entrevistas a viajeros singulares.
Jorge lleva viajando desde los 13 años cuando se escapó de casa y le «pillaron» en El Aaiun. Tras esta trastada, tuvo que esperar a los 18 años para volver a la carretera y desde entonces no ha parado. Su amor por conocer lugares nuevos le viene de bien pequeño, cuando devoraba la enciclopedia de su padre dónde aparecían etnias exóticas, selvas tropicales y otros elementos geográficos tan lejanos para un niño de ciudad.
Aunque Jorge Sánchez siempre regresa a su Hospitalet natal, asegura que si se pusiera uno detrás de otro cada día de su vida que se ha pasado viajando, totalizarían más de 30 años consecutivos de viaje. Durante ese tiempo ha dado 6 vueltas al mundo y ahora, a sus 61 años, está preparando al séptima y última como nos explicará en la entrevista.
Además de viajero, Jorge Sánchez es un recordman en esta categoría. Le encanta batir records y coleccionar nuevos territorios, conocerlo todo. No en vano es el español que está más arriba en el libro Guinness de los Records, habiendo visitado todos los países de las Naciones Unidas y muchos territorios «extra». Cada uno de sus largos viajes culmina con un libro y es por ello que tiene ya más de 25 libros de viajes escritos.
«Cuando era niño me sorprendía la indiferencia de la gente por viajar y conocer su mundo, pues todos hacían a diario la misma rutina.»
Oficialmente el trabajo de Jorge Sánchez es el de friegaplatos, aunque nunca ha tenido problema en hacer cualquier otro trabajo que fuera necesario, pero eso sí, con el único fin de poder seguir viajando. Cuenta que solo trabaja para tener dinero para viajar y una vez tiene suficiente, se larga a ver mundo con su mini mochila de 3 kilos en la que solo lleva una muda, un saco de dormir, una bolsa de aseo y una libreta.
Podéis conocer mucho más de la historia del mayor viajero de España en su blog. Os dejo también al final de esta entrevista, un vídeo de una entrevista que le hizo Buenafuente hace unos años. No os la perdáis.
A los 13 años te escapaste de casa y te detuvieron a miles de kilómetros. A los 18 años estabas recorriendo Europa en autoestop. ¡Y estamos hablando de los años 60! Imagino que a tus padres los tenías locos.. ¿cómo se tomaba tu núcleo familiar aquella incomprensible fiebre por viajar?
A mis padres les hice sufrir, lo reconozco y a veces me siento culpable por no haber estado más tiempo con ellos. Ellos querían que aprendiera una buena profesión y encontrara un trabajo estable “para toda la vida”, como me decían, pero cuando me veían preparar mi pequeña bolsa de viaje se angustiaban. Mi madre me pedía que no viajara más; me decía que “ya había viajado bastante”. Pero poco a poco se resignaron a mis largos viajes, y al final lo tomaron como normal. Eso sí, estuve al lado de ellos, sin viajar, en los momentos cuando me necesitaron y en sus últimos días. Ser un buen hijo es mejor que ser un buen viajero, pero bien cierto es que tienes que manifestar tu esencia y viajar si comprendes que esa es tu manera de desarrollar tu ser. Lo ideal es hallar armonía entre tus inquietudes viajeras y los deseos de tus padres.
¿Es muy diferente viajar ahora con respecto a los viajes que se hacían en los años 60 y 70?
Antes era más difícil viajar y más caro. De entrada, para cruzar a Francia se necesitaba un pasaporte y sólo te lo entregaban a los 21 años de edad, si lo querías antes debías presentar un permiso paterno (como fue mi caso). Había países que te registraban los bolsillos para ver el dinero que llevabas, sino no te dejaban entrar. A mí me negaron la entrada en Holanda por no tener suficiente dinero. Los ingleses hacían lo mismo con los viajeros jóvenes y al llegar a Dover te devolvían a Francia en el mismo barco en el que habías llegado si no llevabas suficientes libras esterlinas.
Volar era muy caro en aquellos tiempos, más que ahora, y los viajeros jóvenes viajábamos por Europa en autostop y llegábamos a la India por tierra, vía Turquía, Irán, Afganistán y Pakistán.
Una muda, un saco de dormir, útiles de aseo y una libreta. ¿Es todo lo que se necesita para viajar? ¿Cuando descubriste que con 3 kilos era suficiente?
Durante mi primer viaje largo, de 2 años de duración por Europa occidental (en los países del bloque comunista no te dejaban entrar sin visado) cargaba muchos libros en mi bolsa de viaje, y hasta un juego de ajedrez plegable y un paraguas. Era muy ingenuo. He visto a autostopistas en los años 70 que cargaban planchas para plancharse las camisas, periscopios, y hasta calientapiés, o aquellas bolsas de goma de agua hirviendo para ponerlas en los pies de la cama las noches frías. Poco a poco me fui desembarazando de cosas inútiles para el viaje, como mucho cargaba uno o dos libros y al acabar de leerlos los regalaba a otros viajeros. Las mudas las lavaba por la noche y solo llevaba dos, en cuanto a calzado, usaba sólo un par de mocasines que me servían para las cuatro estaciones del año. A los 20 años ya había aprendido a viajar con lo justo, con una mano por delante y otra por detrás, camuflado como un nativo, nadie se imaginaba que era viajero, pues siempre he evitado los supermochilones que cargan en la espalda los turistas. Yo llevaba una bolsa de mano que me regalaban en los grandes supermercados al comprar un lote de quesos o 5 litros de aceite de oliva. Mi última bolsa me la regaló un supermercado de Andorra; por comprarles un queso de bola ofrecían de regalo un paraguas plegable, una radio de bolsillo o una bolsa de mano. Y yo elegí la bolsa de mano, que ya la llevo usando 3 años y ha dado dos vueltas al mundo.
Una de las cosas que más sorprende es que jamás has tenido un trabajo estable, solo trabajas para conseguir dinero para seguir viajando, de friegaplatos o de lo que haga falta, ¿qué tienes pensado cuando llegues a una edad en la que no puedas trabajar?
Siempre he tenido trabajos ocasionales y cuando he ahorrado lo suficiente para emprender un nuevo viaje, los he abandonado. Los trabajos han sido sólo un instrumento para obtener dinero para viajar. Mi profesión es la de friegaplatos. Empecé de aprendiz en un hotel de la Costa Brava (España), ayudaba a un pakistaní, pero poco a poco fui progresando y aprendiendo las técnicas de la profesión, hasta tal punto que últimamente el chef de cocina me nombró jefe de máquinas de friegaplatos y me colocó a un ayudante filipino al lado. En la vida siempre hay que ir progresando.
Cuando he trabajado en el extranjero me han pagado en efectivo, sin declarar, pero en España no, en España me han dado de alta en la Seguridad Social, por ello es que, aunque por poco, alcanzo los 15 años cotizados, así que cuando tenga la edad cobraré la pensión mínima, que para mí será suficiente pues he aprendido a vivir con lo justo. Cuando alcance los 65 años ya no daré vueltas al mundo, sino peregrinajes a pie por Europa, como la Vía Francígena, la ruta de San Olav en Noruega, todos los Caminos de Santiago en España, etc. y con la pensión me alcanzará. El viajero nunca ha de ser un parásito de la sociedad, sino que tiene que trabajar y viajar con el sudor de su frente.
¿Y los libros? ¿Sirven como fuente de ingresos o en España vivir de la literatura es misión imposible?
Los derechos de autor de mis libros no me dan ni para pipas, pero me aporta mucha satisfacción escribirlos. Aunque apenas se venden, tengo unos cuantos amigos que los leen todos y conocen todos los personajes que en ellos menciono. Cuando nos vemos me preguntan qué fue de aquella moza taiwanesa, o de aquel gurú del Himalaya, o me preguntan cómo cruzar en la actualidad el Estrecho de Bering. Ello me da ilusión, pues compruebo que son libros útiles que ayudan a viajar a otros, y con eso ya estoy pagado.
«El Camino del Viajero, que consiste en invertir un mínimo de 10 años de tu vida en recorrer los 193 países de las Naciones Unidas.»
¿En qué momento te diste cuenta que no todo el mundo podía comprender el Camino del Viajero?
Cuando era niño me sorprendía la indiferencia de la gente por viajar y conocer su mundo, pues todos hacían a diario la misma rutina. Consideraba que no conocer el planeta era como no conocer tu cuerpo humano, no saber bien cómo usar tus brazos o cómo abrir los ojos, o como saltar; me era difícil asimilarlo. Pero cuando me hice adolescente comprendí que si todos viajáramos no tendríamos pan caliente todas las mañanas, nadie recogería las frutas de los huertos para venderlas en el mercado, no habría fabricantes de caramelos, ni conductores de autobuses, pues todo el mundo estaría viajando.
La vida proporciona a cada uno un destino, y el mío lo descubrí de niño, comprendí entonces que era el de viajero.
Has sido monje en muchos monasterios de distintas religiones, ¿es por algún motivo religioso? ¿o por otra razón?
Sigo siendo católico porque en esa religión me han educado y me bautizaron. Pero me gusta estudiar todas las religiones e ingresar como monje en los monasterios que soy aceptado, sean de religión cristiana, o musulmana, hindú o budista, porque las religiones te enseñan muchas leyes naturales que no se estudian en los libros. Hay gente sabia que conoce principios acerca de la razón de la existencia humana y el funcionamiento del universo. Yo me nutro de esas enseñanzas, pero tras ello abandono el monasterio sin convertirme a ninguna religión. Sigo siendo católico, aunque no considero que ser católico sea mejor que ser budista o judío, simplemente lo considero mi sino, mi legado de mis antepasados y no quiero traicionarlo.
A pesar de haber viajado por tantos lugares, en una entrevista en La Vanguardia afirmas que el viaje por antonomasia es El Camino de Santiago en invierno, ¿qué lo diferencia de otros grandes trekkings como el Landmannalaugar en Islandia o el circuito del Annapurna?
El Camino de Santiago me llegó al alma por la atmósfera de tus compañeros y dentro de los monasterios más la bondad de los hospitaleros, o los que se cuidan de los peregrinos; escuchar las inquietudes y la razón por la que otros peregrinos emprendieron el Camino te inspira. Considero al peregrino en un plano superior al viajero. En mi primer peregrinaje, el Francés, yo trascendí mi condición de viajero para convertirme en peregrino. Ahora, al viajar, al igual que el peregrino, amo todo cuanto respira, todo me complace, estoy enamorado de la vida.
El trekking del Annapurna y similares solo te aportan belleza natural, son maravillosos, sí, pero el Camino de Santiago es único porque te ayuda a elevar el ser, a trascender tu condición al nacer de bípedo implume.
¿Qué planes tienes para el futuro?
Quiero emprender mi séptima y última vuelta al mundo. Ya llevo seis vueltas al mundo realizadas. Deseo completar siete vueltas al mundo porque mi héroe viajero de la infancia es Sindbad el Marino, y él emprendió siete largos viajes. Las vueltas al mundo se justifican por las islas de Oceanía y a mí me faltan cinco por conocer, como son las Trobriand en Papúa Nueva Guinea, Rotuma en Fiji, las del norte de Cook y dos de la Polinesia Francesa. Las demás, las más importantes, más de 100, ya las conozco todas. Si visito esas cinco islas ya no tendré ninguna razón para dar otra vuelta al mundo y me dedicaré a hacer viajecitos de estar por casa, por Europa y África básicamente, adonde me alcance el dinero de la pensión mínima cuando me llegue la edad.
¿Qué recomendarías a una persona que nos pudiera estar leyendo y quiera llegar a visitar todos los países del mundo?
Que no abandone ese proyecto jamás. Será lo más importante que haga en su vida. Si finaliza el Camino del Viajero, que consiste en invertir un mínimo de 10 años de tu vida en recorrer los 193 países actuales de las Naciones Unidas, aprenderá más de esos viajes que en una universidad aprendiendo una carrera. Es cierto, nadie le emitirá un diploma y con frecuencia será tomado por un vagabundo parásito, poco menos que un fuera de la ley. Y, sin embargo, un viajero consumado posee más conocimientos sobre la vida y el planeta Tierra que un catedrático de universidad.
Una historia increíble, genial. Muchas gracias por darnos a conocer a este gran viajero olvidado.
Es un mentiroso, casi todo lo que dice son fantasías y fabulaciones, además de ser un ladrón. A mí me robó en Nepal hace años.
Juan ¿nos puedes dar más detalles de ese robo? ¿Te robó en Katmandú? Así otros viajeros estarán alerta si se encuentran con ese personaje. Supongo que fue en el dormitorio del albergue, te robó el dinero de la cartera, o la cámara fotográfica mientras dormías y se escapó del hostal, probablemente sin pagar su cama. A mí me robaron el reloj en un albergue de Filipinas, creo que fue un viajero francés. Me desperté y ya no estaba el reloj, ni tampoco el francés.
¿Como sucedió? Seguro que es el ???
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