7/4 Viaje Infernal

Nos levantamos pronto. El plan era coger las mochilas y salir a la calle a buscar un taxi para Dakar. Queríamos ir bien pronto a Dakar para comprar unos pasajes para el barco del próximo martes que va de Dakar a Ziguinchor (Casamance) y luego irnos hacía Saint Louis. El plan había surgido la noche anterior viendo las posibilidades que teníamos. La otra opción era dejar Saint Louis para el regreso y adentrarnos por carretera hasta Tambacounda. Sin embargo, todo lo que habíamos leído de esa carretera nos hacía plantearnos la conveniencia de hacer un viaje tan pesado tan pronto. Decidimos que mejor sería visitar primero la Casamance y luego ya adentrarnos en el país.

Salimos del hotel después de desayunar (por medios propios, el hotel no ofrece desayunos). Andamos por la calle polvorienta que la noche anterior se nos antojaba oscura y misteriosa. A la luz del día, aparecía una calle normal y corriente, de casas bajas con la fachada blanca, muy parecida a algunas calles de mi infancia. Nos dirigimos hacía la carretera, dónde abordamos un taxi que además del taxista era co-pilotado por un amigo suyo. Nuestro pobre francés nos sirvió para decirle que queríamos ir al puerto dónde se coge el ferry, pero un fallo en la pronunciación del destino del Ferry “Gore” provocó que el taxista se confundiera y empezara el recorrido en dirección contraria, hacía N’Gor. Ya habíamos negociado el precio y habíamos recorrido un par de kilómetros cuando le dijimos al taxista que por ahí no era, que no nos habíamos entendido. Cuando comprendió que queríamos ir a Dakar, mucho más lejos de N’Gor, nos pidió más dinero por llevarnos (claro, él se había hecho a la idea de sacar mucho dinero por muy poco). Nos negamos y regateamos hasta volver a conseguir el trayecto por el mismo precio. El amigo del taxista, que supongo que iba dirección N’Gor, se bajó del taxi con una sonrisa de oreja a oreja y haciendo gestos de despedida con la mano. Nosotros proseguimos el trayecto.

Tardamos bastante en entrar en Dakar, hay mucho tráfico en la gran ciudad y encima está todo lleno de obras casi perpetuas. El taxi nos dejó en una rotonda del centro de Dakar dónde se encuentra la estación de ferrocarril y la entrada a los muelles desde dónde parte el barco a la isla de Gore. Pagamos al taxista (2000 CFA) y nos apresuramos a caminar los 200 metros que hay hasta el lugar dónde venden los tickets para ir a Ziguinchor.

La taquilla estaba cerrada, pero un simpático y amable vigilante nos hizo el favor de llamar a alguien de dentro para que abriera la ventanilla para nosotros. Medio en inglés medio en francés le dijimos a la chica de la taquilla que queríamos comprar dos pasajes para el próximo barco en una de las cabinas. Existen 3 clases de billetes: los caros, dónde 4 personas comparten una cabina con 2 literas de 2 camas cada una y un pequeño baño; los medios, dónde en una sala común hay un montón de camas sin ningún tipo de separación fija y compartiendo todos los baños y duchas; y los baratos, que se sitúan en la misma sala que los medios, pero que sustituyen la cama por una butaca frente a un televisor. Los caros son impensables para la mayoría de Senegalés, a pesar de que para ellos las tarifas son sensiblemente más baratas. Nosotros elegimos el más caro pensando que el resto de acomodaciones podrían ser muy cutres y nos equivocamos. Pagamos 57000 CFA por los pasajes.

Miramos el mapa y nos situamos. Calculamos que la “Gare Routiers” dónde coger el primer transporte hacía Saint Louis no debía estar lejos. Efectivamente, un paseo de 10 minutos bastaban para llegar. Durante ese corto trayecto pasamos por una calle desierta, paralela a la estación de trenes y a un complejo militar, dónde asustaba la posibilidad de que un coche parara y te secuestrara, nadie sabía dónde estábamos ni dónde nos dirigíamos, nada. Ese temor era fruto de nuestro desconocimiento. Tras haber estado en Senegal, incluso teniendo en cuenta que Dakar es lo más peligroso que hay en el país, no creo que sea muy probable que alguien fuerce una situación de violencia. También tuvimos que atravesar las vías del tren cruzando un pequeño muro derruido, dónde montones de gente se agolpaban vendiendo y comprando algo que todavía no he logrado saber que es.

La gare routiers es un caos. Es un caos que en el fondo guarda algún tipo de orden. Eso sí, la primera vez que llegas te puedes volver loco buscando entre los distintos tipos de transportes y los distintos destinos. Básicamente, por carretera, en Senegal puedes desplazarte de dos formas: en Ndiaga-Ndiaye o en 7-plas. El Ndiaga-Ndiaye es una especie de furgoneta grande acondicionada para alojar en su interior a 32 personas, apelotonadas e incomodas, pero a un precio muy bajo. Además este tipo de transporte realiza muchas paradas, permitiendo subir y bajar gente en cualquier momento. Hacer un recorrido largo con uno de estos transportes es una verdadera locura. Por su parte, los 7-plas son grandes coches franceses (peugeot 504 mayoritariamente) supervivientes de la época colonial que transportan a 7 pasajeros y un conductor. Para realizar trayectos largos son la mejor opción, pues aunque son hasta 3 veces más caros que la Ndiaga-Ndiaye, no suelen parar a mitad, van más rápido y, sobretodo, son más cómodos. Ambos tipos de transporte parten cuando se han llenado o cuando no es previsible que vaya a llegar más gente para llenarlos. Dicen que existen otro tipo de transporte interurbanos, pero nosotros no tuvimos la oportunidad de utilizarlos.

Cuando te encuentras en un tumulto de gente, sin saber dónde quieres ir exactamente, ni como, ni siquiera sabes cuando irás o cuanto te quieres gastar, suceden cosas que no deberían pasar. Un hombre con una libreta se acercó a nosotros y nos preguntó dónde íbamos. Le dijimos que a Saint Louis y nos pidió que le acompañáramos. Nos llevó hasta una furgoneta blanca, repleta de gente, dónde un chico joven subido en el techo colocaba los últimos bultos que le habían lanzado los viajeros desde abajo. No pasó ni un instante y ya nos habían despojado de nuestras mochilas y estaban en lo alto de la furgoneta. Sin prácticamente tiempo para pensar, nos apuntaron en la lista y ya éramos oficialmente pasajeros de aquél transporte. Preguntamos cuanto tardaba hasta Saint Louis, pero no se si no nos entendieron o no quisieron entendernos. Nos dijeron “trois, trois» repetidas veces. Tanto nos daba que tardara 3 horas, como que llegara a las 3 de la tarde, nos pareció bien y subimos al Ndiaga-Ndiaye.

Íbamos sentados al final del todo, con la puerta abierta durante un buen tramo y un chico (“el revisor”) colgado literalmente de la puerta porque no cabía. Al principio pareció una experiencia interesante y hasta hacíamos bromas y nos reíamos. Nada más salir, el revisor nos cobró el trayecto. Los precios de estos transportes son oficiales, así que ahí no había negociación posible, pero el equipaje se pagaba aparte y ahí si que hay que negociar bastante. En esta ocasión fueron 5500 CFA
por todo (equipajes y nuestras dos plazas).

(continua)

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