Lo primero que escuché cuando desperté en el vuelo Estambul-Bombay fue la voz del comandante por megafonía diciendo “you’ll find heavy rains in Mumbai”. Íbamos a aterrizar ya y nos estaba dando el parte meteorológico para que estuviéramos sobre aviso y quizás así le disculpáramos el brusco aterrizaje a las 5 de la madrugada. En efecto, por las ventanillas del avión solo se veía agua y cuando llegamos a la zona de recogida de equipajes solo veíamos agua tras los ventanales. Y así nos lo confirmaron luego 3 malagueños que encontramos “tirados” en medio de la terminal: llevaban allí desde la 1 de la madrugada y no paraba de llover. Estaban desesperados ya que no sabían si salir o quedarse, no tenían nada planificado y les habían dicho que no era posible ir a Goa porque los trenes no iban debido a las supuestas inundaciones (todo falso, por cierto). Les animamos y salimos todos de la terminal a buscar un transporte al centro. Todo ello bajo un aguacero realmente impresionante.
Aunque escribiré un artículo específico acerca del aeropuerto de Bombay que es muy peculiar, adelanto algo importante: si sales de la terminal a la calle no puedes volver a entrar, así que si piensas descansar un rato, mejor no salgas.
Los exteriores de la terminal son una sucesión de edificios intrascendentes dónde escasea la información. Preguntando conseguimos averiguar que allí cerca (saliendo a la derecha) se podía acceder a una parada de autobuses y a una parada de tuk-tuks. Los tuk-tuk no nos quisieron llevar al centro porque tienen prohibido entrar en el centro y en el autobús nos confirmaron que sí era posible e incluso un amable señor nos dijo qué número de autobús teníamos que tomar, pero desistimos tras ver 3 autobuses atestados, con los números difícilmente legibles y teniendo poco claro nuestro destino final. Con el rabo entre las piernas volvimos a la puerta de la terminal dónde están los taxis y tras negociar con varios decidimos tomar un taxi prepagado que era una opción más económica (600 R) que negociarlo por nuestra cuenta.
El taxi tardó casi una hora en sortear el tráfico y la lluvia. Por momentos parecía que la lluvia paraba un poco y era el tiempo necesario para que llegara una nueva nube y descargara con energía. Tras una parada a recargar gas, el taxi nos dejó en frente de la estación CTS (que es diferente de la central, la CTS es la Victoria Terminus de toda la vida). Allí descargamos las mochilas en la “cloak room” y cruzamos la calle a refugiarnos de la lluvia en el McDonnals con la esperanza de poder conectar la wifi y avisar de que ya habíamos llegado. Pero no, el destino es cruel y la wifi no funcionaba. Lo que sí encontramos fue a los malagueños que habían viajado en su propio taxi y estaban allí valorando qué hacer tras descartar tomar el primer vuelo de regreso a España. La parte positiva fue que tras desayunar paró de llover. Entiéndase parar en el sentido monzonico de la palabra, el chiri-miri continuaba, pero eso a nosotros ya no nos importaba. Salimos a la calle dispuestos a comernos el mundo hasta que el monzón volvió a comernos la moral. Nos refugiamos en un cyber y esta vez sí pudimos consultar el correo, dar las primeras señales de vida y buscar dónde estábamos y qué había cerca de allí para hacer un día lluvioso (¡viva la improvisación!). Con la lista de museos en la cabeza salimos y ¡oh sorpresa! El chiri-miri había regresado. Comimos rápido en el McDonnals no fuera que Alah, Buda o quien corresponda se enfade y nos quite puntos de karma atrayendo de nuevo las “heavy rains”.
Nada más comer tiramos rápidamente calle abajo hacía la Puerta de la India. Y ¿a quién encontramos allí? Sí, nos topamos con los malagueños por última vez, que habían encontrado un hotelito por allí y habían decidido probar suerte e ir al día siguiente a Goa. Lo malo es que también nos encontramos con una delegación norte-americana que llegaba al hotel Taj Majal ese tan lujoso que hay junto a la Puerta de la India, por lo que había un dispositivo policial brutal que impedía la libre circulación por allí. Lo bueno: vimos la Puerta sin turistas, aunque no pudimos acercarnos y pronto nos desalojaron amablemente metralleta en mano.
El resto de la tarde transcurrió entre bazares (el de Causeway) y la estación cruzando los dedos para que nuestro billete RAC se convirtiera en una litera individual para cada uno. Hubo suerte y pudimos viajar sin muchos problemas. La noche entera en el tren, con litera dura como una piedra y acompañados por otros 4 indios curiosos de nuestras raras costumbres, nos supo a gloria tras la perspectiva de tener que pasar una noche entera sentados en el tren tras dos noches durmiendo el avión.
Desde luego, la primera impresión que me llevo de la India es muy diferente a la que me habían contado o había leído. No me parece para nada un lugar mal oliente ni excesivamente sucio. Es sucio respecto a Tailandia, por ejemplo, pero no respecto a África y a mi las calles de Bombay me huelen a esencias, al sándalo y al incienso que queman los comerciantes en sus tiendecitas, me huele también a los aromas de las especias de los restaurantes y también al olor de las piscinas debido al cloro que usan para limpiar algunas instalaciones públicas como la estación Victoria. Obviamente, si te vas a una callejuela dónde algunos hombres mean o dónde se echa basura sin control, pues claro que olerá mal, pero no me pareció nada generalizado ni escandaloso. En realidad si tuviera que expresar en una frase mi impresión de la India es que India es una mezcla entre África y el sudeste asiático.
Gastos:
Taxi desde el aeropuerto al centro: 600 R$
Desayuno: 146 R$
Cyber (1 hora): 30 R$
Comida: 106 R$
Cena: 192 R$
En bombay siempre llueve durante la época de lluvias. Es dificil ver un día despejado en 3 meses.