10/4 Willis (continuación)
Llegamos a la oficina de venta de billetes del puerto y preguntamos cuanto faltaba para embarcar y dónde era. A duras penas nos enteramos de que desde allí se tenía que coger un autobús que nos llevaría al lugar de embarque. Hay varios autobuses que van y vienen cada media hora hasta el cierre del embarque. Todavía faltaban 2 horas para el primer autobús, por lo que teníamos tiempo de dar una pequeña vuelta por los alrededores. Eso sí, dejamos las mochilas en una habitación cerrada y vigilada por el chico que se encargaba de la seguridad de las taquillas. Mucha gente lo hizo, así que no nos inspiró ninguna desconfianza.
Como no sabíamos dónde ir, nos dirigimos hacía el ayuntamiento, que estaba relativamente cerca. El ayuntamiento, como la mayoría de los edificios de la ciudad es de estilo colonial. Un reloj preside su fachada y un conjunto de arcos dan paso a las escaleras que permiten penetrar en su interior. No entramos, nos sentamos un rato frente al edificio para dejar pasar el tiempo. En la plaza jugaban a la comba unas niñas vestidas de uniforme de escuela. Se habían quitado los zapatos para no estropearlos y jugaban sobre la piedra fría. Unos ancianos charlaban alegremente en el banco de al lado, mientras unos jóvenes descargaban un montón de botellas de agua mineral en la misma puerta del edificio. El tiempo pasaba despacio. Cuando nos quisimos dar cuenta ya casi era hora de regresar.
Volvimos parándonos en todas las tiendas que hay por el camino. Un “captador” nos entretuvo bastante en una de las tiendas del puerto. Hay gente en Senegal que sin trabajar directamente en una tienda, trata de convencer a los extranjeros de que entren y compren cosas en esa tienda para llevarse una comisión. A esa gente les llamo “captadores” y son bastante pesados. Lo mejor es pasar de ellos, pero si aún así insisten tienes que tratar de hacerles ver que ahora tienes mucha prisa (viniendo de un Europeo lo entienden) y que luego u otro día volverás a visitar su tienda. Este “captador” en concreto, cuando vio que no le compraríamos nada, nos invitó a visitar un par de pubs musicales a nuestro regreso. Le aseguramos que iríamos y nos dejó en paz.
Todavía tuvimos que esperar un buen rato en las taquillas hasta que apareció el autobús. Durante nuestra espera, apareció por allí un hombre muy mayor, demacrado por los años, que hablaba español perfectamente. Nos estuvo explicando que durante muchos años había trabajado como pescador en España y que ahora había regresado a jubilarse a su país natal. Hablamos de todo un poco. Es estupendo encontrar alguien con quien comunicarte después de tanto tiempo.
Apareció el autobús y rápidamente le pedimos al chico nuestras mochilas, que subió él directamente al autobús, y nos despedimos del anciano. Le dimos 500 CFA al chico por guardarnos las maletas, porque no teníamos nada más pequeño (con 100 o 200 CFAs de propina suele ser más que suficiente).
El autobús no tardó más de 5 minutos en realizar el recorrido hasta la entrada al puerto. Allí, abrió las puertas y todo el mundo se apeó y se quedó haciendo cola para facturar las maletas. Nosotros, que no queríamos facturar ya que íbamos en cabina y portar las mochilas no nos era molesto, nos dedicamos a pasear por el interior del puerto. Cuando vimos el Willis y a la gente haciendo cola para subir, decidimos caminar hacía allí y ponernos también en cola. ¡Fallo! Enseguida aparecieron dos vigilantes que nos dijeron que teníamos que ir a la sala de embarque y que luego un minibús nos traería hasta allí. Así lo hicimos. Para poder embarcar tienes que ir a una sala junto a la puerta de entrada dónde revisan tu equipaje y tu billete antes de dejarte continuar. Por poco nos saltamos todos los controles.
Nada más subir al barco, un chico te acompaña a tu camarote y te explica que sólo hay una llave y que la tienes que devolver a recepción nada más abrir la puerta para que el resto de ocupantes del camarote puedan entrar si tu no estás. El camarote no tiene nada que envidiar a muchos barcos de crucero que hay en Europa. Tenía un baño con ducha y retrete, un amplio armario con caja fuerte y un par de literas con una mesita de noche en el medio. Nuestros compañeros de habitación eran una pareja de senegaleses de mediana edad que trabajaban para una ONG y que viajaban a la Casamance por trabajo.
Dejamos las cosas en la habitación y nos despedimos de nuestros compañeros. El barco todavía estaba atracado en el puerto. Por los pasillos apenas se podía caminar ya que la tripulación todavía no había terminado de acomodar a los pasajeros en sus cabinas. A duras penas llegamos a la cubierta. Había mucha gente, la mayoría sentados mirando al horizonte o leyendo algún libro, mientras que el resto explorábamos el barco minuciosamente. No es un barco lujoso, ni está pensado para el disfrute de los pasajeros como sucede con los barcos de crucero, pero el Willis cumple sobradamente su función. Nos esperábamos un barco mucho más viejo y espartano, pensando sobretodo en la tragedia que acaeció con el anterior barco que realizaba el trayecto entre Dakar y Ziguinchor. Aquél barco se llamaba Joola y casi 1000 personas perdieron la vida ahogados cuando se fue a pique. Hoy en día todavía se le recuerda con una pequeña plaza monumental cerca del embarcadero de Ziguinchor.
A la hora prevista, el barco zarpó de Dakar rumbo a su destino. El trayecto transcurrió sin demasiadas complicaciones. El barco se movía un poco, pero no lo suficiente como para marearnos (aunque hubo gente que sí que tuvo que acudir a la recepción para que le administraran una pastilla contra el mareo). El único problema que tuvimos fue con nuestros compañeros de habitación que cerraron el camarote y se quedaron la llave, con lo que tuvimos hablar hasta con el capitán del barco para que les llamara por megafonía. Al cabo de más de media hora aparecieron por el camarote como si nada y tuvimos que explicarles que llevábamos ya algún tiempo esperándoles. Se disculparon y ya no volvimos a tener más problemas.
Habíamos comprado bebida, pan y algunas latas para prepararnos unos bocadillos temiendo que el precio en el barco fuera exagerado. No era así, comprar un bocadillo en el barco era un poco más caro que en la calle y lo mismo para tomar un menú en el restaurante. Así y todo, nos preparamos nuestra propia cena y la tomamos en la cubierta, mirando la oscuridad que rodeaba nuestro barco. Después de la cena tratamos de bajar a la sala dónde estaba el televisor, pero no podíamos sentarnos ya que allí los únicos asientos eran las butacas de la gente que había pagado la tarifa más barata. Ante esa situación decidimos ir a acostarnos y leer un rato antes de dormir.
Gastos del día:
500 CFA (taxi a la Gare Routiers de Saint Louis)
9000 CFA (7-plas a Dakar)
400 CFA (botella de agua)
2900 CFA (comida)
2400 CFA (supermercado)
500 CFA (propina guarda-maletas)
Total: 15700 CFA