21/03 – Fiordos patagónicos

El barco parte con 2 horas de retraso. Pese a haberme despertado muy pronto para verlo salir, no lo consigo ya que coincide la hora de la salida con el desayuno. El desayuno estuvo bastante bien, hacía presagiar unas cuantas comidas buenas y abundantes.

Después de desayunar, reunión informativa en la que nos dan una mala noticia: el barco va con retraso y no podemos llegar a ver el glaciar Amalia esta tarde. A cambio nos llevarán mañana a ver otro glaciar, el Iceberg, que “dicen” que es mejor. No dicen nada de Puerto Eden, pero preguntamos a la chica que hace de portavoz/animadora del barco y nos comenta que no se desembarcara y que nunca se hace. El resto de la historia ya es conocida en este blog.

Bastante cabreados subimos a cubierta a ver el espectacular paisaje mientras leemos o jugamos a las cartas. La navegación es muy tranquilas, son aguas interiores sin la más mínima perturbación. El momento álgido del día llega cuando el barco se encuentra frente a frente con el paso White, el lugar más estrecho que atravesaremos. Apenas 4 o 5 metros más ancho que el propio barco. La maniobra se realiza a muy poca velocidad ya que requiere una precisión altísima para no encallar.

La verdad es que el paisaje es alucinante: glaciares colgando de los cerros, volcanes nevados, territorios vírgenes por doquier… Todo ello acompañado de divertidos delfines que juegan con el navío e intrépidos cormoranes que nos saludan a nuestro paso. Y por si fuera poco, las negras aguas de los fiordos impregnándolo todo de un halo místico.  Son negras debido a que la piedra madre es de origen volcánico. Cuando están muy tranquilas, estas aguas se convierten en un espejo.

La hora de la comida nos saca de nuestro trance. Una voz odiosa grita en varios idiomas los grupos que deben ir a comer en ese momento. Mucho más allá de la discriminación que resulta darle el privilegio de comer antes (y elegir antes) a quienes han pagado más, en un ferry que navega por un lugar de estas características, deberían de tener un poco de miramientos a la hora de hacer sonar aquella endemoniada megafonía. Esta vez la comida no está buena y apenas como nada. Además, al comer en el último turno, la posibilidad de pedir otro plato es nula ya que pronto cierran las colas del buffet. Para las próximas veces hay que tratar de llegar corriendo al comedor.

Después de comer, en vez de ir a la cama, como nos apetecía, le dimos una oportunidad a la película que habían anunciado. No estuvo mal, aunque el cine chileno no me ha cautivado. La película se llama Chacabuco (o algo así) y está ambientada en una ciudad de los fiordos (que bien podría ser Puerto Eden). Para ambientarse y hacerse una idea de los lugares que se recorren en el barco, puede ser interesante (aunque dudo que la película se pueda conseguir fuera de Chile).

Por la tarde más de lo mismo: leer, charlar, conocer gente, admirar los paisajes… La esperada cena (no había comido nada desde el desayuno), estuvo bastante bien, el pan todavía no estaba duro y la lasaña era pasable. Estábamos un poco cansados, por lo que decidimos irnos pronto a la cama.

22/03 – El glaciar Iceberg

Por la mañana a primera hora, a las 6 más o menos, me levante entre sueños para tratar de ver Puerto Eden. Todo estaba oscuro, negro. Y en cualquier lugar donde hubiera un punto de luz, una espesa niebla se encargaba de cegar la visión desde el barco. No fue justo que no nos dejaran desembarcar, que no esperara el barco hasta las 8:30 como estaba previsto. Me da la impresión que dejamos de ver algo bastante interesante desde un punto de vista sociológico y antropológico.

Justo después del desayuno y la charla informativa, nos enteramos debido a las carreras y a los gestos de la gente (porque para esto no utilizan la megafonía) que nos estamos acercando al glaciar Iceberg. Se trata de un glaciar parecido al Perito Moreno, pero que muere en contacto con el agua, no avanza, no trata de llegar a la otra orilla para hacer un puente de hielo. Sin embargo, es muy grande, de unas dimensiones bastante impresionantes incluso navegando en un barco tan grande como el nuestro. El ferry apenas se acercó. Se debió quedar como a 2 kilómetros del glaciar y dio media vuelta. El tiempo suficiente para hacer decenas de fotos desde todos los ángulos.

Impresionados regresamos al pub dónde proseguimos nuestras charlas y lecturas. Interrumpidos nuevamente por la horrenda megafonía, bajamos a comer y después hubo una buena siesta.

Ya bien entrada la tarde, empezamos a planificar la ruta para evitar tener que pasar un solo día más en Chile. Nuestra ruta original realizaba el cruce de los 7 lagos por el lado chileno y luego entraba desde San Martin a Pucon para subir al Villarrica y visitar Santiago y Valparaíso. Nos pareció que debíamos abandonar Chile, ya que no nos gustó nada el trato de la gente y, además, el nivel de precios era exageradamente alto. Por ello planeamos volver directamente desde Puerto Montt a Argentina. También hablamos con los chicos catalanes y convenimos vernos en Mendoza dónde quizá quedaríamos para alquilar un coche en la zona de Salta para poder recorrerla con mayor comodidad.

Por lo demás, fue un día sin mucha historia, empezábamos a cansarnos del paisaje. No es lo mismo poder disfrutar de la naturaleza a tu aire que hacerlo al ritmo de un cansino ferry “animado” por una maleducada. Estoy seguro que si hubiéramos podido estar en ese mismo entorno con nuestros kayaks recorriendo los fiordos tranquilamente, hubiéramos podido estar una semana viendo el mismo paisaje sin cansarnos en absoluto.

 

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