22/4 Destino Babylon (continuacion)

Llegamos a Rufisque, era ya bastante tarde, teníamos mucha hambre, pero también teníamos aquella típica sensación de pérdida de apetito después de haber pasado bastante tiempo sin comer. Durante un rato estuvimos buscando un lugar dónde comer, pero sin éxito. Todos los lugares que encontrábamos estaban cerrados o nos daba repelús entrar. Rufisque es la típica área periférica de una gran ciudad. Son ciudades grises, sin ningún tipo de encanto, con muchos núcleos de pobreza, mucha gente en tránsito, con calles y casas muy sucias debido a un decadente tejido industrial. Además, en Rufisque no hay ningún hotel cercano, los taxistas iban todos “a pillar”, pues esperaban que les pagaras el triple de lo lógico por llevarte al lago rosa o incluso a Dakar (dónde preguntamos cuanto costaba llegar cuando ya casi estábamos desesperados). He de reconocer que nos agobiamos mucho allí. Íbamos muy cargados, llevábamos muchas horas de Ndiaga encima y las calles estaban llenas de gente que te paraba, te preguntaba, trataba de sacarte algo… Hubo un momento de crisis. Pero entre todo aquello, un joven taxista emergió del tumulto. Nos preguntó dónde queríamos ir y, no se porqué, le contestamos que queríamos ir al lago rosa, pero que nos conformábamos con llegar a algún sitio dónde pasar la noche no muy caro. Por alguna razón se apiadó de nosotros y nos dijo que él nos llevaba. No nos permitió ni negociar el precio, nos dijo que nos llevaba al lago rosa por el precio que nosotros estábamos pidiendo (3000 CFA). No hablaba nada de castellano ni inglés, apenas nos comunicábamos con un precario francés, pero nos dimos cuenta que tenía un gran corazón y nos dejamos llevar.

Durante el trayecto en coche nos dijo se llamaba Ser y que vivía en un pueblo llamado Babylon, que se encuentra a medio camino entre Rufisque y el lago rosa. Nos comentó que su tío había estado viviendo en España mucho tiempo gracias a una ONG catalana que ha ayudado mucho a su pueblo. Incluso nos contó que la ONG consiguió que la cantante Beth (una triunfita) fuera a cantar a Babylon.

Cuando estábamos cerca de su pueblo, nos dijo que nos quedaríamos a pasar la noche en su casa y que mañana nos llevaría a ver el lago rosa y luego a Dakar. Nuria y yo nos quedamos mirándonos un poco alucinados, pero, la verdad, tampoco teníamos ni ganas ni fuerzas para decir nada. Nos dejamos secuestrar.

Llegamos a Babylon. Ser nos paró delante de la casa familiar y nos pidió que entráramos. No tenía nada que ver con otras casas que habíamos visto anteriormente en Elinkine o Saint Louis. Esta era inmensa, espaciosa, luminosa y estaba totalmente limpia. No había muchos lujos tal y como los conocemos en Europa, pero para el nivel de África, era un palacete. El comedor no tenía nada que envidiar a cualquiera de Europa (salvo, quizás, una televisión de pocas pulgadas) y algunas habitaciones estaban muy bien acondicionadas (otras no tanto, ya que consistían en un simple colchón en el suelo).

Ser nos dejó hablando con un primo suyo en el comedor. Este chico hablaba inglés perfectamente, lo que fue un alivio. Hablamos durante un buen rato sobre un montón de asuntos que interesan a un joven africano sobre los europeos y a la inversa. Ser tuvo que marcharse a trabajar (con el taxi) y no le volvimos a ver hasta la noche. Su primo también se marchó en un momento dado y nos quedamos con la tía de Ser (bueno, en verdad era otra de las mujeres de su padre). Ser tiene 28 hermanos de varias madres y su padre esta en Italia. Con su “tía” pudimos hablar poco, ya que nuestro francés no nos permitía muchas alegrías y decir cualquier frase era pasarse 5 minutos de malentendidos. La mujer estaba viendo la tele. Primero se tragó un par de capítulos de sendos culebrones de gente blanca adinerada (snif) y luego cambió a un canal en el que ponían videos musicales de gente bailando danzas típicas Senegalesas (como los que ya habíamos visto en el barco de la Casamance). Antes de eso, los hermanos de Ser estaban viendo lucha libre Senegalesa, al parecer uno de los pasatiempos preferidos por los nativos. La mujer, demostrando quien manda, los envió a todos fuera del comedor y puso su telenovela.

Nos estábamos muriendo de hambre. Literalmente. Sé que parece sencillo pedir algo que comer, pero no lo es tanto en ciertas situaciones. Primero por la barrera del idioma. ¿Qué le pides? ¿Simplemente comida? ¿Y si te trae algo que no te gusta? Y además por esta la barrera cultural. ¿Cómo se lo pides para no parecer ansioso o un glotón? Después de haber entrado en el comedor y haberme sentado en el sofá pisando la alfombra sin descalzarme, lo último que quería es otra “metida de pata” cultural.

No paraba de venir gente, éramos la atracción del día en la casa, pero Ser no aparecía. Desapareció sin decirnos que se iba ni cuando regresaría. Nuestra esperanza era que en cuanto volviera iríamos a algún sitio a comer algo. Pero no, fue mejor que eso. Cuando Ser llegó le pidió a su madre (la que le parió) que nos preparara la cena y la sirviera en la habitación principal. Estábamos a punto de asistir a nuestra primera cena típica senegalesa. ¡Menos mal que nos habíamos leído el capitulo dedicado a ello en la Lonely! Debido a los preceptos religiosos, una comida en un hogar musulmán en Senegal (supongo que en otros países musulmanes también, pero es más difícil experimentarlo) tiene una serie de reglas que hay que respetar. Entre otras cosas, la comida se sirve en el suelo, con los comensales sentados alrededor de esta y se utiliza únicamente la mano derecha para comer, la izquierda no puede tocar la comida ya que se reserva para la higiene personal. La madre sacó una bandeja llena de patatas y 8 o 10 huevos fritos por encima, de esos cuya yema está sólida y no líquida. Imaginaros, nosotros con un hambre atroz y encima nos dejaban comer con las manos… ¡nos pusimos hasta arriba! Por cierto, los mejores huevos fritos con patatas de mi vida, aunque quizá eso fuera por el hambre que teníamos.

Después de cenar, aparecieron por allí Vidal y Nuri, los hermanos pequeños de Ser. Nuri estaba un poco enfadada con nosotros porque le habíamos quitado la habitación. Estos curiosos nombres vienen de los cooperantes catalanes que les ayudaron. En España Vidal es un apellido y Nuri el diminutivo de Nuria y supongo que entre ellos se llamaban así Vidal y Nuri. Estuvimos un rato en el dormitorio, viendo fotos y haciéndonos fotos con ellos y con un bebé de apenas unos días hijo de la tercera de las madres.

Ser se cambió de ropa y nos fuimos a dar una vuelta por el pueblo. En la puerta de la casa nos esperaba un amigo suyo que se vino con nosotros. Paseamos entre tinieblas, como en casi todos los pueblos de Senegal, hasta la casa de los abuelos de Ser. Entramos en un patio que daba a varias casas bastante pobres y avanzamos hasta la única cuya puerta entre abierta dejaba escapar algo de luz. Allí, do
s ancianos arrugados y delgados como no había visto nunca salieron de debajo de una mosquitera que cubría la cama que hacía de sofá. Se alegraron muchísimo de vernos. Hablaron un rato con Ser y luego nos despedimos. Ser nos fue enseñando lo poco que había que ver en el pueblo. Nos dimos cuenta de lo popular que debía ser este chico, pues le saludaba toda la gente con la que nos cruzamos. Llegamos a su casa, que era distinta de la casa dónde nos alojábamos nosotros (aunque estaban muy cerca) y dejamos allí a su amigo. Vivian 3 chicos en unos pocos metros cuadrados, en colchones tirados en el suelo, aunque todo estaba escrupulosamente limpio y ordenado. Parecía más bien un piso de estudiantes “a la senegalesa”.

Ser nos dejó en nuestra habitación, nos dijo que podíamos utilizar el baño que había enfrente y quedamos a una hora para ir mañana al lago rosa. Nos cepillamos los dientes y nos acostamos. No tardamos en dormirnos, el día no había tenido desperdicio.

Gastos del día:
59400 CFA (campamento Yokam)
2400 CFA (Ndiaga a M’bour)
400 CFA (Extra hasta Bandia)
34000 CFA (Visita a Bandia)
1000 CFA (Ndiaga a Rufisque)

Total: 97200 CFA

2 Replies to “Crónica: Viaje a Senegal (XXVI)”

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