Despertar en un lugar tan espectacular como este es una de las razones por las que alquilar una autocaravana es la mejor opción para hacer una ruta por Islandia.
Despertar en un lugar tan espectacular como este es una de las razones por las que alquilar una autocaravana es la mejor opción para hacer una ruta por Islandia.

Nuestro segundo día de ruta por Islandia discurrió entre la poza de Hvammsvík y la de Landbrotalaug, unos 225 km. La noche la habíamos pasado bien dentro de lo que cabe ya que olvidamos orientar la autocaravana hacía la dirección del viento y las ráfagas fuertes movían bastante el vehículo. La calefacción del vehículo (a gas) funcionó perfectamente y nos mantuvo calientes y las persianas también y evitaron que entrara luz a primera hora de la mañana (amanecía muy pronto). La verdad es que nos empezaba a gustar esto de la autocaravana. Además era un subidón despertar en un paisaje tan espectacular y poder ver aquellas montañas nada más abrir las persianas.

El clima por la mañana no había cambiado mucho del día anterior: vientos fuertes, ráfagas de lluvia y nieve mezclado con un micro-granizo que yo no había visto nunca antes y cielo totalmente encapotado. El viento era fuerte, seguíamos teniendo que circular con mucho cuidado, pero estábamos a solo 15 kilómetros de Glymur, nuestro primer destino, así que decidimos salir del parking de Hvammsvík y regresar a la carretera.

Empezando la aventura

Islandia es aventura y empezar por Glymur es una buena idea.
Islandia es aventura y empezar por Glymur es una buena idea.

Tras una breve parada en la pequeña cascada de Sjávarfoss (en la misma carretera) y en un par de miradores, llegamos a Glymur la primera ruta de trekking que teníamos prevista en Islandia. El viento se comportó y no nos puso mucho en riesgo durante el trayecto en autocaravana, pero nada más llegar al parking de Glymur empezó una pequeña ventisca que nos acompañaría de forma intermitente hasta el final de la ruta. Núria decidió quedarse, pero los otros 4 decidimos realizar el circuito.

Nuestra primera experiencia real de aventura en Islandia nos encantó a todos. Tardamos unas 3 o 4 horas en total, por lo que se hizo la hora de comer. Decidimos comer allí mismo ya que en ese momento estaba haciendo bastante viento. Yo personalmente estaba bastante preocupado porque llevábamos dos días en los que las condiciones meteorológicas nos estaban trastocando mucho los planes y temía que esto continuara así. De momento no podíamos hacer mucho más y un buen rato después de comer, aprovechando un momento en el que el viento amainó, decidimos ponernos en movimiento atravesando un manto nevado hasta llegar a la carretera asfaltada.

Ruta por Islandia semi-abortada

La catarata de Sjávarfoss fue nuestra primera catarata con nombre en Islandia.
La catarata de Sjávarfoss fue nuestra primera catarata con nombre en Islandia.

Cuando llegamos a Borgarnes nos dimos cuenta que con el retraso que llevábamos y el viento que continuaba arreciando, no sería conveniente continuar la ruta prevista en dirección a Deildartunguhver con dirección final en Hraunfossar y Barnafoss. La idea era hacer este tramo de unos 90 km de distancia ida y vuelta para así estar cerca al día siguiente de la península de Snæfellsnes. Aprovechamos el paso por Borgarnes para consultar Internet (en las poblaciones “grandes” suelen existir diversas wifis abiertas dónde poder actualizar el correo y ver el estado de las carreteras). Pudimos comprobar que la tormenta que estábamos sufriendo en nuestras propias carnes había teñido de blanco las principales carreteras de acceso al norte (incluida la Ring Road).

Finalmente anulamos de la ruta del día más de 150 km y nos dirigimos directamente hacía Landbrotalaug. Landbrotalaug es una fuente de agua caliente muy conocida en Islandia, pero, imagino que para evitar la masificación, no hay ninguna indicación que permita encontrar su ubicación fácilmente. Es más, incluso llevando el GPS no fuimos capaces de encontrarlo a la primera. Nos pasamos de largo y solo cuando cruzamos el puente del río nos dimos cuenta de que nos habíamos pasado y teníamos que dar la vuelta. Para llegar hay que salirse de la carretera y andar unos 500 metros por un camino de tierra cruzando los dedos para que no pase otro vehículo (o que si pasa sea un 4×4 de esos que se sube por las paredes). Hay un punto en el que aparece un camino a mano izquierda con un cartel indicando que se prohíbe pasar a motos y quads. Es un camino de solo 50 metros que lleva a un improvisado aparcamiento, pero con la autocaravana no nos atrevimos a pasar ya que había un par de charcos enormes y mucho barro. Dimos la vuelta a la autocaravana y la aparcamos a un lado del camino.

Las zonas de picnic abundan en Islandia a pesar del difícil clima que tienen.
Las zonas de picnic abundan en Islandia a pesar del difícil clima que tienen.

Nuestra primera poza

Siguiendo el camino embarrado llegamos al aparcamiento. Desde allí hay un camino cortado con piedras que continúa en dirección al agua. Se trata de un río con agua fría que hay que cruzar para llegar a la poza saltando de piedra en piedra. Cuidado con meter la pata porque hay más de medio metro de agua y el barro del fondo es muy pegajoso. La poza consiste en un bloque de piedra circular de un metro y medio de diámetro llena de agua y con un pequeño montículo que hace las veces de para-vientos. Más allá, a unos 50 metros a mano izquierda hay un tubo de agua lanza un gran caudal de agua caliente sobre una pequeña charca. La temperatura de la poza es muy buena, pero la de la charca es bastante alta y algunos miembros del grupo no pudieron meterse.

Foto de los 5 componentes de la expedición: Roman, Núria, Aida, Ivan y Jorge (de izquierda a derecha).
Foto de los 5 componentes de la expedición: Roman, Núria, Aida, Ivan y Jorge (de izquierda a derecha).

Cuando llegamos fue bastante curioso porque había una pareja islandesa metidos dentro de la poza y cuando nos oyeron llegar cruzando el río empezaron a gritar: “eh, que estamos aquí, estamos sin ropa”. A lo que Núria respondió: “no importa, nosotros también nos vamos a bañar desnudos”. Claro, la chica agarró un cabreo y respondió “ni hablar de eso, hay que respetar los turnos”. Nosotros todavía no habíamos visto el tamaño de la poza y por eso no entendíamos porque la pareja no quería que se bañaran con ellos 5 extranjeros. Al acercarnos lo comprendimos y acordamos irnos a la charca (que hasta ese momento no habíamos visto) y dejarles su tiempo (que luego resultó no ser más que 15 minutos).

Tras bañarnos un rato en la charca volvimos a la poza y nos quedamos allí hasta que anocheció, nos debimos tirar allí dentro unas 3 horas charlando y deseando que se despejara el cielo esa noche para poder ver la aurora. La verdad es que el norte estaba despejado, pero sobre nuestras cabezas todavía había unas densas nubes que descargaron nieve varias veces sobre nosotros. Un momento mágico, el cuerpo calentito y la cabeza totalmente nevada.

Eso sí, el regreso hasta la autocaravana fue duro ya que el frío que hacía ya de noche era considerable. Además Roman había perdido sus chanclas succionadas por el barro de la zona y tuve que hacer el camino 3 veces corriendo medio desnudo por la nieve y sin luz. Todo un espectáculo.

 

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