11/4 El paraíso (continuación)
Llegamos al hotel elegido (no recuerdo el nombre, tengo que mirarlo en la Lonely). Pedimos una habitación doble, con ducha a poder ser. El hombre que nos atendió nos dijo que sólo tenía un par de habitaciones triples, pero que nos dejaba una por 10000 CFAs. ¡Perfecto! Era menos de lo que esperábamos pagar. Nos enseñó la habitación. Era una especie de bungalow muy espacioso, con un gran baño con ducha y dos camas, una de matrimonio. Mobiliario no había mucho, salvo una mosquitera agujereada y una mesa de noche, no había nada, ni muebles ni adornos. Nos gustó la habitación y decidimos quedarnos un par de noches. El hombre no quiso que le pagáramos todavía.
En realidad no era un hotel, era un “campament”. Se trata de un tipo de alojamientos que abundan en la Casamance, dónde te puedes alojar a un precio asequible y cuyo beneficio revierte sobre la comunidad. Desde fuera pueden parecer hoteles, pero es la gestión económica lo que los convierte en algo diferente. Se podría decir que alojarse en estos lugares es una buena práctica del llamado “turismo responsable” (aunque no me guste esa expresión).
El campament se componía de varios bungalows distribuidos a lo largo de un patio interior alargado. En el patio habían algunas plantas y árboles, por dónde correteaban algunas gallinas. Al fondo había un restaurante al más puro estilo africano: techo de cañizo, sin paredes, con vistas al mar… Unas escaleras a la izquierda del comedor permiten bajar directamente a la playa. El pasillo que lleva a la playa está lleno de plantas: palmeras y enredaderas te envuelven. Al final, una frágil puerta manufacturada con unos trozos de madera da acceso a la playa de arena blanca y finísima.
Salimos a pasear por la playa. Aunque la playa parecía desierta, es increíble la cantidad de gente que aparece de no se sabe dónde. Primero uno que quería que pagáramos no se cuantos CFAs para ir a ver su mono y su mamut. Luego otro que quería que visitáramos su tienda que estaba en el pueblo. Más adelante otro que quería que fuéramos ya a cenar a su restaurante de la playa. Y así hasta que nos cansamos de decir que “no” a todo y regresamos al hotel. Cap-Skiring es el lugar de Senegal dónde más pesada es la gente.
La playa de Cap-Skiring (así como otras playas que vimos en Senegal) está llena de vacas. No me refiero a mujeres obesas, no, me refiero al animal. Hay manadas de vacas (y supongo que habrá también toros) tomando el sol tranquilamente en orilla de la playa. Algunas están acostadas, otras de pie, pero todas muy quietas y tranquilas. Al principio te dan un poco de miedo (sus cuernos son más largos que los de las vacas que estamos acostumbrados a ver), pero luego te vas acercando a ellas y ves que son totalmente pacíficas y que no te hacen nada. Parece ser que son vacas de la comunidad y que son tan mansas que no es necesario tenerlas atadas ni cercadas.
Fuimos andando al pueblo. No estaba lejos. Una anécdota que indica el nivel económico del país fue que en el camino vimos un cartel en un poste en el que se anunciaba un gran combate de lucha típica senegalesa cuyo primer premio era un saco de arroz.
Exploramos un poco el pueblo, no había mucho que ver… Pero nos encontramos a nuestros amigos los gambianos que se empeñaron en enseñárnoslo otra vez. La verdad es que fue interesante escuchar sus comentarios y explicaciones de qué era cada cosa y sobre como gira el mundo por allí. Después del paseo, nos sentamos en el bar dónde comimos y les invitamos a unas bebidas. Estuvimos hablando durante horas sobre todo tipo de temas, desde la homosexualidad (que les parecía escandalosa) hasta cómo viven los inmigrantes en España (y nos sorprendió que ellos fueran bastante conscientes de qué pasaba en España).
Había anochecido en el fragor de la tertulia y empezábamos a tener hambre. Pagamos la consumición (2100 CFA) y nos despedimos de nuestros amigos. Buscamos algún restaurante dónde cenar y encontramos uno bastante elegante, con velas y mantel, dónde pudimos cenar a base de pollo y huevos por 4500 CFAs.
El camino de regreso a casa fue entre tinieblas. En esa parte de Senegal no hay apenas alumbrado público, las calles son largas y oscuras. Regresamos por el mismo camino por el que habíamos ido con el taxi, pero esta vez no veíamos nada más que 2 metros adelante gracias a las linternas LED que teníamos. Pensándolo en frío, no se hasta que punto podría ser peligroso pasear en mitad de la oscuridad, pero en el momento no tuvimos ninguna sensación de inseguridad.
En el hotel saludamos al entrar a los propietarios que estaban sentados “a la fresca” y nos metimos en nuestra habitación. Preparamos la mosquitera (la nuestra, porque la del hotel estaba en muy mal estado), nos dimos una ducha y nos acostamos.
Gastos del día:
3300 CFA (7-plas a Cap-Skiring)
3000 CFA (comida)
600 CFA (taxi al hotel)
2100 CFA (invitación)
4500 CFA (cena)
Total: 13500 CFA
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