Hemos pasado la noche en San Juan, pero no hemos conseguido nuestro objetivo que era poder salir hoy hacía el Valle de la Luna. Decidimos despertarnos pronto para empezar a buscar alternativas. Después de un desayuno algo escaso, salimos a buscar agencias que nos lleven al Valle. Y ahí empieza el surrealismo. Todas nos dicen lo mismo: el Valle de la Luna está cerrado por lluvias. Ya es mala suerte, que cierren el desierto por lluvias por primera vez en años.
Sin saber si reir o llorar, decidimos no perder el día y ver la ciudad de San Juan. El problema es que no hay mucho que ver, por lo que acabamos la visita en sólo media mañana. Así que sin nada que perder nos lanzamos a la aventura: en la oficina de turismo nos habían comentado que había un embarcadero en el cual se pueden practicar distintos deportes: vela, windsurf, quads, etc. Nos acercamos a la estación de autobuses, compramos un par de billetes para irnos por la tarde-noche a Tucuman (2×100$) y nos metemos en un bus que nos llevará al embarcadero de San Juan.
Conforme íbamos saliendo de San Juan vimos dónde estaba situada la ciudad: en mitad de un desierto. Sólo el río que al embalsarse formaba la zona que llamaban «el embarcadero» da un poco de vida al lugar. Le pedimos al conductor que nos avise cuando haya que bajar, ya que el autobús para en apeaderos invisibles imposibles de distinguir para quienes nos acercamos por primera vez allí. El conductor, un hombre bastante mayor y muy parlanchín, nos tranquiliza y nos asegura mil veces que nos avisará. Cuando llegamos a la última parada del recorrido del autobús el conductor se pone en pie y nos dice: «¿pero como no bajaron ya?». En fin.. tendremos que subir en el próximo: ¡a las 4 de la tarde! Y es que en San Juan el autobús que realiza el recorrido hasta el embarcadero los domingos tiene un horario más reducido. ¡Que contrasentido!
Como todo tiene su lado positivo, el habernos pasado de largo nos permite conocer un pueblecito rural de cuyo nombre no me acuerdo dónde comemos en el único bar que por mantenimiento estaba cerrado. Sí, nos abrieron el bar para nosotros y mientras comiamos el hombre de la casa pintaba el comedor. Los días surrealistas son así. Por supuesto, la comida abundante, buena y barata (30$ + 2$ de propina).
Cuando acabamos de comer y nos despedimos de la familia que nos ha atendido, vamos hasta el lugar dónde el conductor nos había indicado que se encontraba la parada (sin ningún cartel, ni nada que la identifique, por supuesto). El conductor ha cambiado y esta vez es un hombre de mediana edad. Le pedimos que nos avise cuando tengamos que bajar en el embarcadero. Asiente con la cabeza y sigue charlando animadamente con el amigo que se ha encontrado en la parada. Cuando volvemos a llegar a la presa le preguntamos: «¿Es esta nuestra parada?». Nos mira y echándose las manos a la cabeza suelta: «No, se me pasó avisarles». Bien, ya van dos veces y no tenemos tiempo de parar a un tercer autobús. Le pedimos que nos baje en cuanto pueda para por lo menos ver la presa.
Nos deja cerca de la presa, a lo lejos vemos a gente bañarse en el lago artificial junto a un chiringuito. Bueno, quizá, después de todo, no sea tan malo. Llegamos hasta allí y en vez de meternos en el agua (bastante sucia, por cierto), preferimos pasear por el insólito paisaje de San Juan. No se como será el Valle de la Luna, pero esta zona debe parecerse bastante. Parece de verdad la luna (o la imágen que todos tenemos de ella).
Nadie sabía decirnos a que hora pasaría el bus, así que cuando empezamos a preocuparnos por si llegaríamos a tiempo o no, decidimos regresar a la ciudad y dar por terminada nuestra aventura surrealista. Tenemos suerte y no tenemos que esperar mucho, el bus aparece pronto. En total el precio de la aventura ha sido 6+2+6$ = 14$, menos de 3 euros.
Cuando estamos entrando en San Juan, vemos una especie de feria o mercadito que nos atrae un poco. Como queda muy cerca del hostal en el que tenemos las maletas, decidimos bajar allí y echar un vistazo. No se si será una feria que instalan sólo los domingos de verano, o si es más o menos permanente, pero la verdad es que los precios son de los mejores que hemos encontrado en toda Argentina. Lástima que todavía nos faltara mucho viaje y lleváramos ya demasiadas cosas, porque hubiéramos podido comprar muchas tonterías y souvenirs allí.
Ya de noche, regresamos al hostal. En la feria nos comimos un «superpancho» que no es ni más ni menos que una salchicha entre pan del tamaño de un brazo (4$). Tambien compramos algunas provisiones para el desayuno de mañana (batidos y agua 7’5$). Tomamos un bus hasta la estación (2$) y esperamos un rato hasta que sobre las 22:00 salió nuestro transporte hacía Tucuman sin haber visto el Valle de la Luna.
Gastos del día:
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Bus a Tucuman 200$
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Comida 32$
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Autobuses Embarcadero 14$
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Feria 4$
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Comida desayuno 7’5$
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Bus a la estación 2$
Total: 259’5$
Tremenda experiencia, surrealista como pocas, pero una parte integral de viajar creo yo.
En lo personal he estado en el Valle de la Luna y es una experiencia maravillosa, alucinante (lamento tener que ser quien se los comunique).
Ya de por si es encontrar gente que haya visitado San Juan (una pena porque me parece una provincia hermosisima) pero mas aun alguien que documente con tanto detalle su experiencia. Les agradezco por su esfuerzo y este blog.