La primera imagen que nos hicimos de Songkhla se fue al garete rápidamente. Tras una noche calurosa pero soportable (el ventilador dando vueltas toda la noche, claro) nos levantamos y salimos a la calle camino de la playa. ¡Qué calor que pasamos! Los 10 minutos andando se nos hicieron eternos. Y luego llegamos a la playa y qué calor! Ivan se tumbó a la sombra de unos pinos y no se quería ni acercar al agua. Nuria se fue sola hacía allí y volvió diciendo «el agua está calentucha», «me siento una bolsita de te», «esto parece más unas hot-springs que una playa» y cosas parecidas. Y era todo verdad. El agua del mar jamás la habíamos encontrado tan caliente, de echo, estabas a mayor temperatura dentro que fuera. Una pasada.
Comimos por allí en un restaurante de primera línea de mar, dónde casi todos los platos son a base de pescado y marisco y dónde, por cierto, una camarera muy lista nos sisó 20 bahts:
Hay otros restaurantes, pero nos quedamos un poco con las ganas de entrar en uno que era buffet libre de barbacoa y marisco por 120 bahts. Eso sí, en la mayoría de los restaurantes de Songkhla no hablan nada de inglés y las cartas están solo en Tailandés. Yo no se como nos las apañamos para terminar siempre en lugares fuera de la ruta turística.
La playa, por tanto, nos gustó, aunque con 10 graditos menos hubiera sido mucho mejor ya que la playa sería algo refrescante. Se trata de una playa muy progresiva, dónde empiezas a entrar muy poco a poco, sin nada de oleaje y con algunos peces perfectamente visibles gracias a sus aguas transparentes y dónde te puedes llevar alguna sorpresa como la de encontrarte con un calamarcito nadando a tu lado. La arena es fina y blanca y hay una zona de sombra con pinos a unos 100 metros, pero esta zona estaba bastante guarrapor los picnics que se montan allí (¡con su hoguera y todo!), al menos cuando nosotros fuimos.
Por la tarde hacía tanto calor que estábamos muertos. Además nos quemamos un poco en la playa y no nos apetecía volver a bañarnos en caldo. Hasta la noche no salimos y aguantamos a base de duchas «frías» (es un decir).
Al día siguiente nos pillamos una moto en la misma guest-house. Por la mañana hicimos un recorrido por la playa de Samila y la otra playa del otro lado del estrecho (que hay que cruzar con un ferry que cuesta 3 B para la moto) y en la que sí que estábamos solos, sin ni un alma en kilómetros de playa de fina arena y agua «calentucha». Por la tarde, hicimos una super vuelta en moto, puesto que fuimos al puente de «concreto» más largo de Tailandia que une por dos partes tierra firme con la isla del ratón (¿o era la del gato?). Recorrimos entera la isla, bordeándola por su parte externa. Es muy bonita y merece la pena ver el contraste con la ciudad.
Nuestro recorrido continuó con una ruta a través de los poblados de marineros y poblados árabes poco o nada visitados por los viajeros y que ofrecen un sin fin de estampas que quedarán en nuestros recuerdos, porque no es cuestión de sacar la cámara y empezar a disparar desde arriba de una moto, que sino…. Una ruta circular que terminó en el ferry, cruzando y viendo el atardecer junto a los monos que pueblan la parte de abajo del templo que hay encima de un cerro y al que se sube por unas escaleras o un telesférico. Nuestra idea era subir al templo y luego jugar con los monos, pero no llegamos a tiempo (cierran a las 18:30).
Finalizamos el día pasando calor en nuestra guest-house (Songkhla Guest House) y cenando en el mercado nocturno (mucho más pequeño que en cualquiera de las ciudades anteriores dónde hubiéramos estado):
Gastos día 1
Desayuno: 65 B
Guest-House: 250 B
Comida: 180 + 20 de sablada
Cena: 75 B
Gastos día 2
Desayuno: 36 B
Moto: 200 + 60 (gasolina)
Guest-house: 250 B
Ferry: 3×3 B
Coke en bar: 2×20 B
Comida: 147 B (KFC, es algo caro)
Helados: 18 B
Cena: 67 B
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