Las vistas desde el tren son realmente espectaculares a veces. Es la única desventaja de viajar de noche.
Las vistas desde el tren son realmente espectaculares a veces. Es la única desventaja de viajar de noche.

Lo que debería haber sido un plácido despertar en la ciudad de Hat Yai y un día tranquilo conociendo esta ciudad asediada por los ataques terroristas, se convirtió en un desconcierto y en un maratón de 24 horas para trasladarnos desde Bangkok a Songkhla.

A eso de las 15:00 ya estábamos en Bangkok subidos en el tren que se supone llegaría a nuestro destino a las 9 y pico de la mañana. La idea era bajar, buscar un lugar dónde dormir y visitar el mercado flotante del domingo por la tarde y un par de atracciones que parecían interesantes. Sin embargo, el tren no llegó hasta pasadas las 12 y media a la estación y lo peor de todo es que nuestros compañeros de cubículo nos dijeron que era normal, que siempre era así, entonces ¿ponen el horario conforme al mejor tiempo que se podría hacer sin paradas intermedias? En fin, es algo que hay que tener en cuenta. Además, nosotros precisamente elegimos un destino que estuviera a aproximadamente una noche de Bangkok, no esperábamos un retraso de más de 3 horas.

Así las cosas, decidimos pasar de Hat Yai ya que entre que buscábamos dónde quedarnos y dónde estaba el mercado seguro que llegábamos tarde. Pillamos un tuk-tuk y nos fuimos a la estación de autobuses y de ahí a Songkhla directamente. ¡Y que acierto más grande! Puesto que en cuanto nos habíamos montado en el autobús empezó a caer una lluvia torrencial. La gente subía al bus como si acabaran de ducharse con ropa incluida. Durante casi todo el trayecto hasta Songkhla llovió, pero justo al entrar en la ciudad paró. Esto refrescó el ambiente que ya habíamos notado en el tren que empezaba a ser bastante asfixiante. Miramos la hora: son casi las 3, llevamos un día entero desplazándonos.

Buscamos dónde alojarnos y tras preguntar en varios hoteles y guest-houses (en algunos los precios se tarificaban por horas, ejem) terminamos en una que nos recomendaban en la wikitravel (Songkhla Guesthouse). La mujer todavía se debe estar riendo de este par de pardillos que llegaron preguntando por “hot-water” (agua caliente) y que por 50 bahts no eligieron la habitación con aire acondicionado. ¡Pero es que en ese momento no hacía excesivo calor!

Enseguida dejamos todo en la habitación, una ducha rápida (“ah, pues no está tan fría el agua, ¡hasta resulta agradable!”) y salimos en dirección a la playa. Llegamos a ella en 10 minutos andando y la encontramos llena de thais de pic-nic y bañándose (era domingo y el cumpleaños de la reina, que es fiesta nacional). Como curiosidad, cabe añadir que de camino a la playa había una fuerte tormenta eléctrica, sin agua, y mientras estábamos disfrutando de los rayos y los truenos cerca del mar cayó el rayo que más cerca hayamos tenido la oportunidad de “disfrutar”, como a 200 metros causando un enorme estruendo.

Cuando nos cansamos del espectáculo de luces y tras pasear por la orilla un rato, emprendimos el camino de regreso a la guest-house, parando solo a cenar en un sitio “moderno” (en realidad el único que había abierto a las 10 de la noche) de estos de comida macrobiótica, vamos, un restaurante snob dónde no nos quisieron servir una coca-cola y nos miraron raro solo por pedirla.

Gastos:

Agua tren: 20 B
Tuk-tuk: 60 B (precio real 20 B por persona!)
Comida: 110 B
Coca-cola: 17 B
Noche: 250 B
Cena: 140 B
7-Eleven: 48 B (agua, chicles, etc)

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