15/4 Día loco (continuacion)

Durante la comida y la larga sobremesa, conocimos un poco de la historia personal de aquél Catalán afincado en la Casamace. Parece ser que por problemas de salud tuvo que emigrar a un clima más cálido y encontró aquí un buen lugar dónde asentarse después de haber vivido innumerables experiencias por otros países del norte del África. Había estado viviendo en Ziguinchor y ahora recientemente se había mudado a Kafountine, se había comprado una casa y estaba empezando a amueblarla. Todo ello con una pequeña pensión de 400 euros que le había quedado. Aparte tenía “sus negocios”, como nos comentó: se había comprado un par de coches y tenía su pequeña flota de taxis. También nos contó que de vez en cuando tenía que volver a Barcelona a realizar las revisiones médicas periódicas, lo cual era un gasto extra bastante grande para él y su madre que seguía allí.

Se hizo bastante tarde entre la lentitud del camarero/cocinero y la interesante charla de sobremesa que tuvimos con este hombre. Aún así y todo, nos invitó a ver su casa y su “cheni” (o como se llame). Según nos explicó, hay una clase de roedores nocturnos salvajes en esa zona de Senegal que suelen vivir en los árboles y son capaces de dar grandes saltos. Tal y como nos explicó eran una especie de “rata-mono”, capaces de abrir cajones, botellas, puertas… Según su versión, se les había visto incluso fumando imitando a su propietario. Un curioso animal, sin duda, que merecía una visita.

Llegamos a su casa que se encontraba al final de la carretera. Era una casa muy grande con un trozo de jardín en la parte delantera. Abrimos el porche dónde se suponía que estaba la rata-mono, pero no la encontramos. Preocupado, ya que dicho animal resulta muy difícil de cazar, el hombre entró a buscarla poco a poco por todos los rincones hasta que apareció escondida al final de un pasillo oscuro. No era más que un bebe. Era tal cual como una ratita recién nacida, sin pelo y asustadiza, pero del tamaño de un gato bebé. Me hubiera gustado verlo en acción, tenía pinta de ser un trasto… me recordó a los gremlins.

Nos despedimos de nuestro amigo y nos fuimos a la casa de Ibrahim. Habíamos quedado para ir a una mujer conocida de nuestro anfitrión que le haría trenzas en el pelo a Nuria por un módico precio. Pero antes de ir, Ibrahim quiso enseñarnos su colección de fotos. En Senegal, las fotos son un bien muy preciado y a todos les encanta tener muchas fotos para enseñar a sus invitados. No se que habría tomado Ibrahim esa tarde que estaba muy contento, mucho más de lo habitual incluso en él. Mientras nos enseñaba las fotos de Guinea-Bissau reía a carcajadas.

Acudimos a la improvisada peluquería andando, acompañados de Ibrahim. Era una casa particular cercana a la gare routiers. Nos dimos cuenta que si conoces el camino, campo a través, las distancias no son tan grandes en Kafountine. Ibrahim dejó su bicicleta apoyada en una de las paredes de la casa y entramos.

La “peluquera” era una chica joven, bastante seria, que no hablaba nada de inglés. Nos ofreció tomar algo, pero rechazamos educadamente la oferta. Pasamos al salón, yo me senté en un cómodo sofá mientras Nuria se situaba en una silla dónde le indicaba la chica. Le preguntó cómo quería las trenzas y Nuria le pidió que fueran pequeñas y terminadas en gomitas de colores. No teníamos gomitas de colores, por lo que Ibrahim nos pidió 300 CFA para comprar y se fue él a por ellas. Mientras la chica iba trabajando. Yo estaba un poco aburrido, así que me dediqué a hacer dibujitos en un bloc de notas. También se me ocurrió describir la escena mientras el sol empezaba a desaparecer:

Un reloj de pared negro y dorado marca las 19:15. Junto a él una docena de fotos con motivos religiosos cubren casi toda la pared blanca encalada. En las otras paredes se repite el esquema: un espejo y más retratos, una cesta y más retratos… Tres agujeros en las paredes permiten acceder a tres habitaciones ocultas a nuestros ojos por tres cortinas con dibujos morados, blancos y azules. El techo es de caña con vigas casi dobladas por el peso y el tiempo, encaladas como las paredes, pero ya desteñidas.

El centro de la estancia está presidida por una alfombra. A su alrededor cuatro pares de zapatos, siete sillones, un sofá de tres plazas lleno de peluches. A pesar de la diversidad, todos los asientos guardan cierta armonía gracias a los cojines de color crema. En un rincón hay un televisor de 14 pulgadas tapado con un tapete de puntilla conectado a una batería de coche y rodeada de macetas en flor. Creo que son de plástico.

La luz se va. Sólo hay una estrecha ventana con un portón de madera macizo que se cierra según sopla el viento ya que no tiene ningún punto dónde amarrarse. Salimos fuera para aprovechar la luz de las farolas. No hay electricidad.

 

Y así hicimos, salimos a la calle con un par de sillas y nos situamos bajo una de las pocas farolas que había. Tampoco es que iluminara mucho aquella farola, pero es algo más que nada. A todo esto, Ibrahim había desaparecido y volvió a aparecer en aquél momento. Se sentó allí mismo en el suelo e iniciamos una charla entre todos medio en francés medio en inglés. Pero ya era tarde y los padres de la chica quería que se diera prisa para poder empezar a cenar. La cocina era la misma calle, allí habían encendido unas brasas y tenían un pequeño caldero al fuego. Una hermana pequeña de la peluquera empezó a hacer trenzas también. La chica era una risueña, nos recordó a Whoopi Goldberg.

Terminaron de hacer las trenzas y les pagamos lo acordado (5000 CFA) más otros 1000 CFA de propina por lo bien realizado que quedó el trabajo. Vimos como la chica le daba algo a Ibrahim en concepto de comisión, así funciona todo por aquí.

Era tarde y no habíamos cenado, pero tampoco teníamos hambre ya que habíamos comido casi a las 16:00. Ibrahim nos pidió que pasáramos por una tienda de un amigo para comprar un par de velas para nuestra habitación (250 CFA) y aprovechamos para comprar un par de botellas de agua (2×500 CFA) ya que a la mañana siguiente nos levantaríamos pronto para ir a Ziguinchor y nunca se sabe cuando se podrá comprar algo.

En cuanto llegamos a casa comimos unas pocas galletas y fuimos a acostarnos, no sin antes llevarnos un buen susto al creer que habíamos perdido la única llave de la puerta de la habitación. Había que ver la cara que se le puso a Ibrahim.

La noche fue movidita, apenas pudimos dormir. Y no fue por estar acostados casi directamente sobre una cama hecha de hormigón, sino porque a media noche empezamos a escuchar una de esas rata-monos hurgando entre nuestras cosas en busca de algún alimento. Así se pasó casi toda la noche y nosotros mientras sin pegar ojo, muy quietos para que no nos “atacara” la rata-mono (e
n momentos como ese es cuando echamos en falta habernos vacunado de la rabia).

Gastos del día:
5000 CFA (noche en Marie-Oldie)
12000 CFA (juego de sábanas)
4000 CFA (comida)
1200 CFA (2 coca-colas)
1000 CFA (2 botellas de agua)
6300 CFA (trenzas)
250 CFA (velas)

Total: 29750 CFA

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