1/12 – Llegada

Era la primera vez que salíamos desde el aeropuerto de San Javier. Nos enteramos que podíamos coger un autobús desde la estación de Alicante que nos dejaba en San Javier. Hay 2 autobuses por la mañana, así que como íbamos bastante bien de tiempo (el vuelo salía a las 16:00) cogemos el de las 11:00 (2*5€). El bus tarda 2 horas en llegar a San Javier. Llovía abundantemente, parecía un presagio de lo que nos esperaba. Bajamos del bus junto a Erika, una Chilena-Española que vive en Alicante. Hablamos con ella, también se dirigía a Hahn-Frankfurt, así que decidimos hacer el viaje juntos.

Como vamos sobrados de tiempo, vamos a un bareto y nos tomamos unos bocatas y una coca-cola (6€). Cogemos un taxi para ir al aeropuerto (4’65€), aunque por la distancia que hay (un par de kilómetros) podríamos haber ido andando… si no lloviera. En el aeropuerto todavía tuvimos que esperar. Es un aeropuerto muy pequeño, del estilo del de Reus, típico aeropuerto Ryanair (como el de Hahn al que nos dirigíamos). El vuelo sale puntual, sin ningún tipo de percance. No es ni el mejor ni el peor vuelo de nuestra vida…

Llegamos a Hahn y allí Erika se encuentra con su amiga alemana. Nos ayudan con la reserva del coche (preguntando como devolver el coche) y se marchan. Después de un buen rato de espera, viene un hombre que nos lleva hasta el lugar dónde se encuentra nuestro coche. Se trata de un 207 gasolina nuevo, con sólo 500 kilómetros. Probablemente el coche por el que pagamos (un Toyota Yaris) no estaba disponible, por lo que tuvieron que darnos ese (bastante mejor).

Salimos del aeropuerto intentando localizar el camino a Heidelberg. Nos perdimos y dimos unas cuantas vueltas antes de encontrar el camino correcto. Luego, un par de horas de autopista y llegamos a Heidelberg. Tardamos muchísimo en encontrar aparcamiento. Mientras buscábamos aparcamiento pasamos por delante de nuestro albergue. A través de Internet habíamos reservado un par de noches en Heidelberg. Hicimos bien, pues entre que nos perdimos, los 150 kilómetros hasta llegar y lo que tardamos en aparcar, no llegamos al albergue hasta las 23:00. Aparcamos bastante lejos y además en una zona prohibida (sospechamos de una señal y nos apuntamos lo que decía para preguntarle al responsable del hostal que confirmó nuestras sospechas).

El albergue era, cuanto menos, curioso. Se trataba de un hostel vinculado a un pub. Era el propio camarero (o propietario) el que vino a darnos la llave de la casa, la habitación y a asignarnos nuestra cama. El hostel está muy bien situado, en la calle principal de la ciudad. Básicamente el albergue era un pasillo largo con habitaciones a ambos lados y una escalera al final que sube hasta el primer piso que es más o menos igual. Abajo había un único baño al final del pasillo con ducha y arriba había otro igual y además un aseo. Lo malo de los baños era que cuando alguien lo ocupaba ya nadie más lo podía usar, así que por la mañana se formaba una buena cola a pesar de que el hostel estaba casi deshabitado. Las habitaciones eran mixtas igual que los baños.

Después de pagar el hostel (80€ por las dos noches), salimos a visitar el centro de la ciudad. Nos comimos los bocadillos que habíamos preparado en casa para esa noche y así nos quitamos la preocupación de buscar un sitio dónde comer (coca-cola 1’50€). Regresamos pronto al hostal porque estábamos un poco cansados.

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