Nacho Luque es un creador y un viajero. Su manera de viajar quizás no tenga nada que ver con la forma de viajar de otros viajeros que han pasado por esta ronda de entrevistas. Él viaja a pie, en solitario y por el territorio Español. Esa es su carta de presentación y Con Lo Puesto es su sitio web que os recomiendo encarecidamente. No os perdáis la entrevista, pues considero que es una de las mejores que hemos publicado hasta la fecha.

1. Para definir tus viajes utilizas dos conceptos: en solitario y a pie, ¿por qué en solitario y por qué a pie?

Antes de nada me gustaría explicar que mi viaje es estético. A lo largo de él voy desarrollando mi propia obra tratando siempre de intervenir lo mínimo en el entorno. Teniendo en cuenta esto, mi proceso creativo es muy solitario porque yo soy muy solitario, siempre lo he sido. Por esa razón, y porque no me gustan los equipos, me planteo todo para hacerlo yo solo y procuro que así sea en la medida de mis posibilidades.

Como artista, en mi viaje pretendo retomar el contacto con los conceptos y materiales más básicos de la vida, de los cuales mi trabajo como diseñador en el pasado y la vida en la ciudad me habían alejado. Por alguna razón necesitaba volver a sentirme parte de una naturaleza a la que pertenezco y aprender a escuchar lo que ésta cuenta, busco mi destino fuera de un entorno tan ruidoso y molesto como es la ciudad. Me gusta el contacto con la tierra, duermo por norma al raso y en el suelo (400 vivacs en los dos primeros años) y esto, en cierto modo, convierte mi viaje en iniciático, en una necesidad existencial. Para mí, y para algún otro, un viaje que no es iniciático no es un viaje, es otra cosa. Los viajes iniciáticos se hacen siempre en solitario y están muy lejos de ser turismo u ocio. De hecho, no estoy interesado en ninguna de estas dos cosas, y mucho menos en ofrecer planes de fin de semana a urbanitas que ni siquiera tienen interés por explorar lo que tienen alrededor, no soy una agencia de viajes y tiempo libre y siento como mia la responsabilidad de que lo que haga o diga pueda contribuir a masificar un lugar con gente que «simplemente va».

Viajo a pie por dos razones: la primera, como te digo, por el contacto con la tierra, por escuchar el sonido rítmico de las botas contra el suelo, por la sensación que produce la tierra, la hierba o la nieve al ser pisada, porque el ritmo de mis pasos, mantenido, uniforme y prolongado durante horas me hace desconectar de todo, como un mantra, y me ayuda a pensar. La segunda razón es la velocidad. Viajando lento se entera uno de más cosas, las saborea mejor y disfruta de los detalles, escucha los cantos de los pájaros, siente el aire en el cuerpo y las inclemencias del tiempo se viven de otro modo. Además, puedo desviarme donde quiera y cuando quiera y llegar a lugares que, de otro modo, ni me enteraría que existen. En coche no te enteras de casi nada y, en avión, de nada. Si el viaje es lo que ocurre entre dos puntos, cuanto más largo sea, más cosas me pueden ocurrir.

Hay algo de reivindicación de la humanidad en esto del caminar, el progreso está destrozando la humanidad, y puede que inevitablemente. Es algo de lo que muy poca gente se da cuenta y que nos retrata como especie. Caminar es la característica más inherente del ser humano, el rasgo identitario que nos diferencia de los animales. Desde que surgió un homo erectus capaz de erguirse sobre sus dos piernas, se abrió el abanico de posibilidades más grande de toda nuestra historia, con la bipedestación no sólo pudimos ver el mundo desde otra perspectiva y abarcar más horizonte, sino que nuestras manos quedaron liberadas, y eso nos permitió expresarnos de otro modo y poderlas utilizar para crear, que también es un rasgo exclusivo del ser humano. Por decirlo así, caminar nos hace más humanos o más conscientes de nuestra humanidad.

Es que viajar sentado puede ser cómodo, pero es antinatural.

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2. ¿Cual es el mayor aprendizaje que has tenido en tantos viajes a pie y en solitario por la geografía española?

Muchas cosas de las que se aprenden en el camino son enseñanzas «mayores», pero lo que más he ejercitado, probablemente, es la paciencia. La he aprendido esperando muchas horas, incluso días, hasta poder tomar una foto, o viendo pasar días y kilómetros sin que pase absolutamente nada. Pero aún tengo una asignatura pendiente, algo que no consigo aprender ni a la de tres y supone un obstáculo a veces: aprender a vivir sin echar de menos. Soy muy nostálgico.

3. ¿Qué es lo más duro de viajar así?

Más que duros, algunos momentos de mis viajes han sido muy delicados. Una vez compartí un espacio con un maltratador que venía huyendo de la policía, por eso y por haberle reventado una botella en la cara a un mendigo. Estaba completamente borracho y era extremadamente violento. No pude sacármelo de encima de ningún modo y tampoco pegué ojo en toda la noche. Más de una vez me he jugado la vida en algún arcén, por mi culpa o por la de otros. En La Rioja casi me atropelló un camión que ni ví llegar. La carretera es peligrosísima, créeme.

En mi viaje, y en mi vida, no existe el concepto de «reto», precisamente por eso, dejé de practicar alpinismo. Decir que es duro salir del saco a -14 grados, despertarte con 30 centímetros de nieve encima o caminar 16 horas bajo la lluvia, siempre cuesta arriba o por un desierto en pleno verano sería una obviedad y, además, es algo con lo que debes contar cuando planeas un viaje de esta forma. Pero mi viaje es iniciático y, como tal, se plantea como proceso de construcción de mi persona, el compromiso con ese proceso es, muchas veces, demoledor. En mi caso, por ejemplo, previo a cada proyecto o etapa del viaje me tomo un tiempo de «autodestrucción». Esto me coloca automáticamente en la casilla de salida para el siguiente proceso de «autoconstrucción» limpio y con la necesidad existencial de caminar.

Pero bueno, duro fue pasar por San Clemente, donde en el 94 sufrí un accidente de coche espantoso del que salí vivo de milagro. Quise visitar la curva aquella y me regalé un momento que, la verdad, podía haberme ahorrado … o, caminando por … creo que fue en Sevilla, encontré un conejo recién atropellado en el arcén. Todavía respiraba y movía una pata trasera, tenía convulsiones. Con mucho cuidado lo aparté a un sitio más íntimo y me quedé esperando a que todo terminase. Tardé muchas horas en quitarme la imagen de la cabeza.

Mi viaje me ha ofrecido siempre la vida «en crudo», a lo bestia y sin edulcorantes, tanto lo bueno como lo malo. En ruta he vivido de todo, la muerte de mi padre, la tristeza y la alegría, amistades fugaces, enamoramientos imposibles, borracheras magníficas y otras repugnantes, gente maravillosa que se interesaba cuando les contaba anécdotas e indeseables que amagaron atropellarme sólo por diversión. Alguno me ha amenazado con seguirme y robármelo todo, incluso. Tengo que confesar que me interesa el lado más bestia de la vida.

4. ¿Y lo más gratificante?

Construirse es gratificante, reconstruirse lo es mucho más, y poderlo contar es … no sé cómo calificarlo.

5. El título de tu blog («con lo puesto») sugiere que viajas liviano, ¿qué llevas en tu mochila?

Llevo casi todo lo que tengo excepto las herramientas de trabajo que no necesito.

Verás, yo vivo con muy pocas cosas, y casi todo son libros, no tengo muebles, ni discos (que he regalado recientemente) ni cama, ni siquiera sábanas. Con el paso del tiempo he ido regalando, deshaciéndome de todo lo que tenía, es parte de mi filosofía de vida: «acumula poco lastre y crea pocos lazos».

Una de las figuras de la Historia que más ha inspirado en mi viaje ha sido Bías de Priene, uno de los Siete Sabios de Grecia. Su sentencia «llevo conmigo todo lo mio» aparece continuamente en mi trabajo y en mi vida, es mi máxima de vida.

Al grano: en mi mochila, aparte de saco de dormir y aislante llevo un par de mudas, un chubasquero, 5 metros de cordino, un botiquín muy básico (esparadrapo e ibuprofeno), un frontal y un chaleco reflectante por si tengo que caminar de noche, comida de emergencia para dos días, una navaja y un cuaderno donde anoto, dibujo o escribo … El resto hasta los casi 40 kilos que ha llegado a pesar suele ser equipo de trabajo.

6. Las fotos de «Subcutánea» están hechas con un teléfono móvil, pero imagino que para otro tipo de fotos utilizarás un equipo más completo, ¿qué equipo fotográfico utilizas en tus viajes? 

Lo del móvil sólo es parte de un ejercicio que estoy preparando para unos seminarios que tengo programados en otoño y porque es lo único que puedo hacer ahora mismo por culpa de dos operaciones importantes a las que me he tenido que someter desde diciembre. Fotografío, edito, escribo y publico desde un móvil barato, de los que te regala el operador. Es muy básico, un juguetito muy divertido que ha cambiado mi forma de ver muchas cosas y un invento realmente útil que está absolutamente integrado en nuestra vida, un verdadero avance y una herramienta que me permite trasladar mi estudio al lugar que se me antoje en un bolsillo y acceder a información sin problemas. Las únicas aplicaciones que no utilizo, por principios, son el GPS, los mapas o la brújula. Me encanta no saber dónde estoy ni qué hay cerca.

Pero sí, tengo otro equipo fotográfico. Empecé el viaje con una Canon Powershot G2 (la «pobreshot»), después compré una G10 que me enamoró y que aún sigo empleando. Para grabar «Alcarama» necesité comprar una DSLR y, como no tenía mucho dinero, tuvo que ser una EOS 600. Aparte, como trabajo mucho con fotografías panorámicas, necesito llevar un trípode, que es lo más pesado de mi equipaje, la cruz que voy arrastrando por toda España.

En cuanto a objetivos, utilizo un 50mm, mi óptica favorita, y un 28mm de Tamron sólido como una roca y 100% manual que en mis tiempos de reportero rodó toda una calle abajo en medio de una batalla campal, en Almería, con antidisturbios y manifestantes lanzándose de todo. En caso de necesidad me podría servir como arma arrojadiza y estoy seguro de que no se rompería.

Pero en mi próximo viaje quiero volver a la fotografía de verdad, a la plata y, probablemente, al medio formato. Ya veremos …

7. «Lo primero que te roban es la identidad. Un día sentí que permanecer en esta partida me hacía sentir preso de una existencia pobre y quise salir de la jaula» («Alcarama, Un nómada en tierra de trashumantes»), ¿se puede salir de la jaula? ¿cómo?

No se puede, no te dejan. Si lo intentas eres sospechoso, antisistema, hippie o vives en el mundo de Pocoyó. Poca gente entiende que la decisión de vivir en La Frontera es fascinante, que te hace permanecer alerta en todo momento y reinventarte cada mañana para sobrevivir, pero también te obliga a sacrificar muchas cosas, a veces demasiadas, y eso es agotador, es como vivir en una montaña rusa veinticuatro horas al día. Claro, te construye de otra forma porque continuamente has de ir desplazándote un poco más allá para que los muros de la ciudad (ese concepto tiene muchas aristas) no te atrapen, pasas todas las horas del día contigo mismo, y casi todas pensando.

Salir de la jaula es arriesgado, vives siempre al límite de la exclusión social y vives las cosas en diferido, las relaciones personales también. Al final, has alimentado un desarraigo que te desconecta de cualquier tipo de vida según la norma. Si un día quieres volver a tu vida anterior, probablemente te cueste muchísimo hacerlo.

Hablando de desarraigo … el asunto de la identidad.

Por un lado, lo de formar parte de una sociedad está muy bien, pero si se descuida al individuo como ser independiente se le convierte en un mero consumidor, en un objeto o en un engranaje de la gran máquina de la producción. Ésa es la existencia pobre a la que me refiero en el documental, a vivir en una jaula dorada llena de recursos al alcance de la mano en la que casi no tienes ni que pensar. Hay gente que vive sin pensar, algunos reaccionan y otros no, jamás se dan cuenta o sí se dan cuenta pero no se cuestionan nada ni cambian nada. Total, así viven bien y cómodos …

Por otro lado, ahora, todo lo de la identidad se ha politizado y mercantilizado demasiado. No veo qué hay de malo en amar la tierra que te ha visto nacer, en valorar lo que nuestros antepasados construyeron y en sentirte orgulloso de la aportación que eso ha supuesto en el presente. No entiendo por qué hay que avergonzarse de ser de un lugar. ¡A mí me han llamado nacionalista por tener como tema a España! Me gusta España, me encanta su contraste y veo una riqueza inmensa en ello, me encanta cambiar de región y notar las diferencias en la forma de entender la vida, en el paisaje y en el paisanaje. Me parece casi milagroso que bajo el mismo cielo haya podido convivir durante tantos siglos gente tan dispar y que la mayoría sepamos compartir objetivos comunes. No me gustaría que eso cambiase si no es para mejor, pero vivimos en medio de un mercadeo incesante, también de ideologías, que es muy poderoso, y en un desprecio continuo hacia lo nuestro, no sólo a nivel general, sino también a nivel individual. Vivimos acomplejados, coartándonos continuamente la posibilidad de expresar ciertos sentimientos, vivimos expuestos al desprecio y a la violencia física o verbal del otro si nos expresamos con sinceridad, sufrimos una intolerancia crónica.

8. ¿Cómo financias tus proyectos?

Con mi dinero y haciendo muchos malabarismos, quitando de aquí para poner allá. Una vez me ayudó el dueño de una tienda de montaña con algo de material y a cambio de algunos artículos para el blog de su tienda. Pero bueno, generalmente todo me lo pago yo con algún trabajito muy esporádico o, por ejemplo, intercambiando instrumentos musicales con un técnico de sonido para que me ayude con la edición de mi documental. La música de «Alcarama» fue también un intercambio: sesión de grabación a cambio de videoclip y todos tan contentos. No hay nada como querer hacer las cosas sencillas y sin la necesidad de verlas siempre como un negocio.

IMG_2510-2519_Lo de la crisis ha vuelto miedosos a quienes antes apoyaban iniciativas. Alguno queda, pero no es fácil encontrar ayuda ahora mismo, nadie da un duro y te cierran la puerta en las narices con excusas absurdas. He pensado en recurrir a sponsors para financiar mi trabajo, pero nunca me ha gustado que el dinero mediatice mi creatividad ni mi vida. Si no hay dinero hago las cosas con lo que tengo a mano, exploto los recursos en la medida de mis posibilidades y no pido subvenciones porque, en definitiva, es «mi guerra» y no quiero cargarle los gastos de ella a nadie. Aparte, si hablamos de dinero, mi presupuesto diario no llega a 10 euros y así es relativamente fácil administrarse. No obstante, a lo largo del camino me ha ayudado alguna gente de forma individual, decir lo contrario sería ser un desagradecido: un compañero de facultad me prestó 500 euros para arrancar, mi pareja de entonces también apostó muchos años por mí y mucha gente me ha echado una mano en ruta con comida o cediéndome un lugar en donde tirar mi saco al suelo. A todos les doy las gracias de corazón, porque sin ellos todo habría sido muchísimo más difícil.

9. Al final, ¿»todo vuelve a su origen» o corremos el riesgo de que en un par de generaciones desaparezcan los nómadas?

Todo vuelve a su origen siempre, porque la vida es cíclica. No lo digo yo, lo dice la experiencia del pasado, la propia Historia de la Humanidad, la Filosofía, la Historia del Arte, etc. Nacer es renacer y, como te comentaba, cada nuevo proyecto implica un proceso completo de renovación. Cuando inicio un nuevo proyecto quiero que el lienzo esté en blanco. Como artista, y como persona también, constantemente estoy partiendo del «quién soy» y del «qué hago» para ubicarme y enfocar mis procesos creativos y vitales con una base común y sólida.

Los nómadas … No sé si en un par de generaciones desaparecerán los nómadas. En algunas partes del mundo siguen existiendo y siguen entendiendo el nomadismo como forma de vida, pero sólo en grupos humanos muy localizados que, además, mantienen ciertos ritos iniciáticos después de muchos siglos, como los esquimales o ciertas tribus tuareg o asiáticas, pero no sé cuánto durarán. Lo que sí existen actualmente son movimientos de población, cada vez hay más movimientos migratorios. Pero no llamaría yo a eso movimientos nómadas precisamente, porque no entienden el viajar como forma de vida sino que más bien es un sedentarismo que cambia de lugar y, generalmente, por razones económicas.

Es que los valores de la humanidad han cambiado mucho en estos últimos tiempos y, además, esta cultura de la comodidad lo está aniquilando todo.

10. ¿Qué le dirías a quien nos esté leyendo y quiera iniciar un proyecto de viaje similar al tuyo?

¿Qué le puedo contar a alguien sobre su propio viaje iniciático? Esa experiencia es completamente personal e intransferible. Sólo les pediría que no contribuyesen a hacer de esto otra moda.

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