Los masais están muy mitificados. La realidad no es tan bonita e idílica como se podría pensar. Cuando menos te lo esperas, el masai que creía más auténtico se mete mano al zurrón y se saca un móvil de última generación. Dicen que el pueblo masai ha sido históricamente muy buen negociador y que nunca se ha cerrado a lo nuevo.
Yo creo que la realidad es que vestir prendas llamativas vende mucho y que el chorro de dinero que se suelen dejar los turistas (en el peor sentido de la palabra) provoca que muchos keniatas que ni se planteaban volver al traje tradicional, lo lleven todo el día. No os extrañe, pues, que si fotografiáis a uno de ellos, acto seguido, os pida una propina. Así son.
Pero lo más cutre de todo, sin duda, es la “típica” visita al pueblo masai. Seguro que ya os lo oléis de lejos, es un pueblo más falso que los del mini-hollywood de Almeria. Habría que ser tonto para pagar por ir allí. Es un saca dinero, dónde tendréis que pagar hasta por respirar. Cada foto, entrar en cada casa, etc. os lo cobrarán.
En fin, un poco de esperanza queda. Tampoco es tan raro ver masais vestido con ropa más modesta, menos colorida, más sucia, más vieja, paseando sus rebaños o caminando por mitad de la sabana.
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